Por: Aurelio Suárez Montoya, Bogotá, 16 de marzo de 2010
Antes de las elecciones al Congreso, distintos estudios pronosticaban un gran fraude. La Misión de Observación Electoral advirtió sobre “la persistencia de algunos de los riesgos que han sido detectados para procesos electorales anteriores”, enfatizó en que “el gran vacío que sigue latente en materia de riesgo electoral es el control efectivo a la financiación de campañas” y que de 1.119 municipios, 297 estaban en riesgo para la escogencia del Senado y 407 para la Cámara. El Registrador admitió que “es una cadena que comienza con la inscripción de cédulas, sigue con el nombramiento o la suplantación de jurados y continúa hasta el día de las elecciones”. Hasta se pudo conocer que Uribe ordenó al gobernador del Valle acompañar la campaña de Andrés Felipe Arias.
El Presidente permaneció silencioso ante las escandalosas denuncias, como también frente a que los condenados en las cárceles montaran sus candidatos en el PIN o en otras listas como las de la U y de los partidos tradicionales. Por el mutismo cómplice del gobierno, la parapolítica no se desmovilizó.
Uribe se dedicó a cuadrar a su sucesor más proclive y a continuar con la sarta de infamias contra el Polo Democrático Alternativo. En la última semana, mediante infundios presentados como investigaciones de inteligencia, alertó sobre “intervención foránea” en el proceso electoral, indicando de modo tendencioso al Polo como cabeza de playa de esa interferencia. Un recuento del proceder de Uribe frente a la oposición rememora las épocas aciagas de las “garantías hostiles” que denunciara Gabriel Turbay bajo los mandatos de la caverna más reaccionaria.
Con esta farsa como telón de fondo, cobra mayor realce el extraordinario resultado electoral de Jorge Enrique Robledo. Si alguien ha encarado las nefastas políticas uribistas, como el TLC o la implantación de las bases militares norteamericanas, o ha denunciado las corruptelas de la familia presidencial y de sus allegados como Uribito, o no se ha doblegado ante la persecución ni entregado por la seducción burocrática, ha sido Robledo. Incluso, su conducta no es del mismo saco de la de los exalcaldes de Bogotá, ahora autodenominados verdes”, doblegados en ocasiones ante el uribismo o consentidos por él en otras.
El mensaje de Robledo va más allá del político impoluto, no clientelista, llega hasta el dirigente que persiste en sus ideas, bañadas por la defensa a ultranza de la democracia y de la soberanía, sin virajes ni flojeras; en pocas palabras: es la antítesis de un Angelino. Los tratados de politología enseñan que la consistencia siempre será premiada por los electores, Robledo empezó a recibir las primeras muestras, quiera la vida que le vengan más y que muchos aprendan tan rica lección.