Una vez culminada la afeitada, Juan toma una crema humectante, como si acaso la húmeda concha de Doña Leticia la necesitara, y se la riega por toda el área afeitada, aunque lo que Juan realmente quiere es recorrer con sus dedos toda la cuchumina de Doña Leticia, por su lado Doña Leticia mantiene una lucha interna entre mantener la fidelidad post-mortem a su difunto marido o ceder a los deseos carnales que la están embargando.

Juan queda embobado deleitándose con la vista de la apetitosa y ahora pelada conchita de la doña, la cual muestra indicios de cachondez, un líquido blanquecino fluye de los carnosos labios superiores, el joven cazador cede a sus impulsos y sin poderse contener lame la abertura entre los labios del muy húmedo coñito de la señora, esta siente un rico corrientaso que recorre todo su cuerpo y casi le hace gritar de gozo pero logra contenerlo.

Juan que vestía un mono deportivo sin nada más debajo, no evita que se le marque su poya erecta, él tampoco desea disimularla, sino que por el contrario le muestra a la doña su situación, ella la observa sin decir nada, pero eso no le impide pensar en lo grande que se ve, Juan bajándose el mono y mostrando en toda su plenitud el pene en su máxima erección, implora a la doña que le permita pasearlo por la raja sin penetrarla cosa que ella siga manteniendo un respeto hacia su difunto marido.

Doña Leticia aun manteniendo la posición inicial, sus piernas dobladas y abiertas, se lo piensa unos segundos, la cosa no está como para pensarse mucho y accede, no sin antes advertir, que solo por la rajita, nada de penetración, Juan cumplidor de su palabra, toma su pene con una mano y con la otra separa los labios vaginales y comienza su recorrido.

Un silencio sepulcral o mejor dicho sexual, invade la habitación, la vulva de la doña parece una fuente, borbotones de líquidos emanan de su interior, de pronto oye la voz de Juan pidiendo disculpas, debido a que su pene producto de la lubricación resbaló en el coño y fue a parar en las profundidades del pozo del deseo, consulta con la doña si lo saca o lo mantiene un ratito adentro, Doña Leticia en medio de la confusión, debido al accidente ocurrido, autoriza la permanencia del intruso, pero dejando claro que por solo un ratito.

Con la barra de Juan metida en las profundidades vaginales, la cintura de Doña Leticia se revela y comienza a actuar por cuenta propia, por su parte Juan ordena a la suya acoplarse a los movimientos de cadera de la doña y así comienza un vaivén coordinado entre ambas partes, Juan siente como su miembro es aprisionado entre las paredes vaginales que como guantes de seda se adhieren a su piel, Doña Leticia disfruta del roce del miembro de Juan que como taladro se abre espacio entre sus pliegues vaginales.

Juan como todo caballero pide autorización a Doña Leticia para chupar sus tetas que parecen dos apetitosos melones, La doña consiente del buen trabajo que realiza Juan, no ve motivos para negarse a tal petición, por el contrario, no solo autoriza, sino que ella, en un gesto de buena voluntad, procede a liberar su par de firmes y redondas tetas del sostén que las esconde, Juan cuya imaginación le había formado una imagen de esos dos apetitosos melones no deja de asombrarse de lo hermosos que son y como recién nacido en busca de la mamá para alimentarse, se pega a uno de esos hermosos melones y con su lengua acaricia el pezón firme y rosado de la deseada mujer, mientras que con la otra mano pellizca el otro pezón.

Doña Leticia posa sus manos sobre las nalgas duras del muchacho y presiona como si con ello, empujara hasta el último milímetro del pene del joven hasta el fondo de su coño, Juan que lucha para no acabar primero que la dama, debido a que el deseo por la mujer era tanto, y que no quiere dejar una pizca de insatisfacción en ella, porque sabe que son más de 5 años de abstinencia, siente las uñas de la doña que se le clavan en las nalgas, síntoma de que está por venir el orgasmo, mete sus brazos por debajo de las axilas de ella y se afianza a los hombros, chupa su cuello y acelera el ritmo de su cintura, Doña Leticia con las uñas clavadas a las nalgas del joven, también mete el acelerador a su cintura, sin escatimar en dar muestras expresivas del momento de goce que está viviendo, gime, da alaridos y hasta gritos que retumban hasta en la misma tumba de su difunto marido.

Como dos olas que chocan entre sí, llega el esperado orgasmo, cronometrado y coordinado, ella expulsando desde el fondo de su cavidad el líquido vaginal y él bombardeando desde el interior de su miembro el líquido seminal, estos se encuentran, chocan, se expanden e inundan la cavidad de Doña Leticia.

Juan queda agotado sobre el cuerpo de Doña Leticia sintiendo en su miembro las palpitaciones de su vagina, Doña Leticia sudorosa debajo del cuerpo también sudoroso de Juan está sintiendo dentro de su vagina como el antes aguerrido miembro va desfalleciendo cansado después de haber realizado una deliciosa batalla sexual.

Doña Leticia, a partir de ahora Leticia o señora Leticia en tal caso, sabe que a partir de ahora sus mañanas serán más placenteras y que su vida tendrá que dar un vuelco para adaptarse mejor a la gran ciudad, por su parte Juan se recuesta sobre su presa como señal de victoria, se prepara para emprender otra cacería con una presa más cachorra.

Este es mi 2do aporte, espero les guste.