Llevamos dos días bebiendo, mujeres y hombres, ya no hay fuerzas si quiera para darse un baño, pero ella, ella no detiene su lengua, ha estado hablando por dos horas seguidas, repite y repite lo mismo, pareciera que hubiese ido a una escuela donde le enseñaron esa lección pues se la sabe de memoria con signos de puntuación y hasta donde debe hacer las pausas para descansar.
Es que ha repetido toda la noche lo mismo: que Uribe esto, que Uribe aquello ¿hasta cuándo tendré que aguantar a los uribestias y los güevistas hablar de estos dos payasos latinoamericanos? ¡Gracias a Dios! Solo habla de uno; entonces cuando se dispone a hablar de la “seguridad democrática”, me levanto del sillón y voy hasta la cocina, abro la nevera y saco dos cervezas, destapo la primera y me la tomo de un solo sorbo, sin parar. Abrí la otra y me devuelvo para la sala, ella sigue hablando.
-¿sabes que es lo que necesitas?
-¿me hablas a mi Samuelito? –nunca he sido de sus afectos.
-sí, contigo.
-dime Samuelito ¿Qué necesito?
-necesitas un tipo que te joda toda la maldita noche, que te ponga a gemir, a llorar, a succionar, que te lo haga varias veces haber si te sacas tantas estupideces de la cabeza, tanta política barata y populista. Necesitas un hombre, un verdadero hombre, que no sea uribestia. Un buen polvo.
-¿sí? ¿Y quién podrá ser un buen polvo? ¿Tu? ¡Polvo de gallo!
-me causas risa –le digo y tomo de la cerveza.
-¿Por qué Samuelito?
-porque eres de esas típicas mujeres que no para de parlotear y les dice uno algo que afecta su ego e inmediatamente tienen que hacer un comentario acerca o del tamaño del pene del tipo que las ha instado a pensar de verdad o de cuanto este se demora para eyacular. Sé más creativa por favor… ¡pero qué creatividad vas a tener si eres uribista! A ustedes les han atrofiado el cerebro y castrado la imaginación.
A ella se le suelta la lengua y lanza unos cuantos improperios contra mi existencia, no le hago caso y ni la escucho. Prendo un cigarrillo, salgo por el corredor, abro la puerta, salgo a la calle y me voy caminando hacia mi barrio por estas calles que no veía hace dos días y que huelen a carne de cerdo, natilla y buñuelos.