Los experimentos del científico ruso Sergei Bryukhonenko (1890 – 1960) eran de una crueldad inenarrable pero, sin duda, contribuyeron de manera significativa al desarrollo de las cirugías a corazón abierto. Desarrolló una primitiva máquina llamada autojektor (que hacía las veces de un corazón y un pulmón). Mediante este artefacto, Bryukhonenko consiguió mantener algunas cabezas de perro separadas de sus cuerpos vivas. En 1928, mostró una de sus cabezas a una atónita audiencia. Para probar que no se trataba de un truco, golpeó la mesa con un martillo, y la cabeza se movió. Cuando aplicó una luz a los ojos, éstos parpadearon, y cuando le ofreció un trozo de queso, la cabeza lo comió y a los pocos segundos, el pedazo de queso apareció en el tubo esofágico que Bryukhonenko había instalado, para horror y asco de los asistentes.
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