En Alemania, un preso de origen turco de 42 años consiguió escapar de la cárcel enviándose a sí mismo por correo.

El convicto trabajaba en una fábrica de cajas de cartón, y al final del turno se introdujo a la caja de 1.5 por 1.2 metros y fue sacado del almacén por un servicio de paquetería. Poco después de atravesar las puertas del reclusorio, el prófugo abrió un hueco en la caja y saltó del vehículo, y hasta el momento no ha sido capturado.

La fuga es una de las más originales de las que he tenido noticia. Claro que el método ha sido explotado innumerables veces por los escritores de ficción, pero bueno, en el mundo real las cosas por lo general no son tan sencillas, ¿o sí?