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Antiguo 17-11-2009 , 19:50:21   #20
Raistlin
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Raistlin conoce todos los secretos de la reputacionRaistlin conoce todos los secretos de la reputacionRaistlin conoce todos los secretos de la reputacionRaistlin conoce todos los secretos de la reputacionRaistlin conoce todos los secretos de la reputacionRaistlin conoce todos los secretos de la reputacionRaistlin conoce todos los secretos de la reputacionRaistlin conoce todos los secretos de la reputacionRaistlin conoce todos los secretos de la reputacionRaistlin conoce todos los secretos de la reputacionRaistlin conoce todos los secretos de la reputacion
  
Predeterminado Respuesta: Historia de una esposa ejemplar por Paulina Angel.

Cinco días más tarde volví al trabajo y recogí mi carro nuevo en el concesionario. Cuando mi marido lo vió casi se enloquece del mal genio, pero yo le dije que era que estaba muy deprimida por la operación y que hacía compras para levantarme la moral; que no se preocupara que lo iba a pagar yo. Me hice la víctima y le dejé bien en claro que a partir de ahora mi sueldo iría íntegro para mis caprichos y que el suyo para pagar la hipoteca, la muchacha y, en general, todos los gastos del hogar y del niño.

Transcurrido el primer mes los cambios eran notables, estaba bien bronceadita a pesar de no ir nunca a tierra caliente debido a los Rayos UV. Esto hacía un bonito contraste con mi pelo mono y mis ojos verdes (el color de ojos si es natural). Había ganado 3 kilos que se habían quedado sobre todo en caderas. Ya me fumaba un paquete diario y me tomaba todos los días un par de whiskys y uno que otro vino. Me dí cuenta que los hombres me miraban de otra forma, los atraía, y yo estaba todo el día caliente... Me imagino que por las hormonas, las masturbadas con los consoladores (ya me cabían los dos al tiempo) y por usar siempre que podía las bolas chinas.

Empecé a provocar a los hombres, con mis posturas, mis frases de doble sentido, mi manera de vestir, mis miradas directas al bulto, ETC... Donde trabajaba, había un tal Pablo, que venía de vez en cuando a la oficina para preparar los cronogramas de auditoría. Él era un hombre de unos 40 años, estatura mediana, flaco y casado (llevaba anillo) y trabajaba para una importante entidad bancaria. Era bastante atractivo, así que me propuse comérmelo, pues Diego quería que empezara a serle infiel a mi marido con otros hombres. Cuadré con Pablo una cita para organizar unos pormenores laborales, citándolo a la una de la tarde. Lo hice esperar unos 20 minutos, para que todo se prolongara hasta la hora del almuerzo e ir juntos.

Me había preparado especialmente para la ocasión. Tenía un vestidito de tirantas de punto calado muy ajustado, de esos que te pones por la cabeza, de color vinotinto que marcaba mucho el contraste entre cintura y caderas. Un Wonderbra negro, que dejaba ver sus tirantes al aire por los hombros, un tanga negra transparente (que dejaba entrever mi cuca depilada) con medias y liguero negro. La falda tapaba por poco la parte de arriba de las medias, pero dejaba ver el liguero cuando me sentaba o abría las piernas. Lo recibí en mi despacho y le ofrecí algo de tomar. Tan pronto entró, me dí cuenta que no quitaba sus ojos de mi pecho y mi cola.

Lo llevé a una mesita tipo café que tengo en el despacho con unos butaquitos bastante bajos para hablar de forma distendida. Empezamos a fumar y a hablar de temas de trabajo. Mientras tanto, yo abría y cerraba las piernas cada dos por tres, dejando ver el liguero... Fumaba sensualmente pasándome la lengua por los labios. Creo que llego a ver mis depilados labios vaginales a través de la tanga transparente, porque hubo un momento en que se quedó como mudo. Llegaron las dos de la tarde y me pidió que fuera a comer algo con él. Le contesté que encantada, él se levantó y yo me quedé sentada unos segundos para que pudiera ver el canal de las tetas, luego me levanté caminado hacia el perchero para coger el abrigo; pero a mitad de camino dejé caer el paquete de tabaco, y me agaché haciéndome la distraída para recogerlo, se me levantó la falda del vestido y pudo ver mis nalgas separadas por el hilo dental y el liguero. Cuando me paré ví cómo se le iban los ojos sobre mi culo, tenía que estar muy arrecho. Si no me lo comía esa tarde era porque le gustaban los hombres!

Al salir, le dije a mi secretaria que estaría toda la tarde con Pablo y que de pronto no volvería. Al mismo tiempo lo miraba mojándome mis labios rojos. La verdad es que un mes atrás hubiera sido incapaz de seducir a un hombre y ahora parecía una zorra buscando echarme un polvo a como diera lugar. En el restaurante nos tomamos un par de cervezas antes de empezar a comer. Pablo no paró de hablarme de lo linda que estaba, que le gustaba mucho mi cambio de imagen, puesto que era mucho más femenino y sensual.

No dejaba de pensar en Diego mi ginecólogo, tenía que cumplir con la dieta y los puntos pactados. Pablo empezó a decirme que no le quedaban claros algunos puntos de la auditoría y que sería mejor tratar esos puntos en privado, y que aunque ambos éramos casados que sería bueno que nos conociéramos mejor, ETC. Yo lo miraba con una risita burlona mientras se fumaba otro cigarrillo. Total, me dijo que por qué no nos tomábamos unas copas en un apartamento que tenía cerca y que era muy discreto. Me hice un poco la difícil diciéndole que tenía mucho trabajo atrasado en la oficina y que no sabía, me contestó que su empresa era muy buena cliente y que nadie diría nada si estaba con él. Le contesté que bueno pero que sólo una copa. Desde luego me quedaba la impresión que si tenía un sitio sólo para llevar mujeres debía ser bastante putero... Y parecía que nunca había roto un plato!

Nos montamos en su Audi A6 y arrancamos para el apartamento, ubicado en cerca al Parque de la 93. Me senté con las piernas abiertas y con el vestido bastante subido, mientras no paraba de mirarme de reojo. Empezamos a hablar un poco del trabajo, de lo estresados que estábamos, que nuestras parejas no nos comprendían y demás. Cuando llegamos al sótano del edificio cogimos el ascensor e intenté excitarlo rozándolo con la cadera. También me agaché un poco como para colocarme las medias y que pudiera apreciar mis tetas. Vi su pantalón y parecía que la verga se le iba a reventar.

Nos servimos un par de whiskys y nos sentamos enfrentados a hablar. Yo, mientras tanto, crucé distraída las piernas y dejándole ver mi pelada y sonrosada cuca. Lo miré fijamente y le dije sonriendo: "¿Y este apartamento para qué lo usas?". Pablo no se pudo aguantar y abalanzándose sobre mí me contestó que para tirar con viejas como yo. Me tiró del vestido hacia abajo, y como sólo lo sujetaban las tirantas me quedé directamente en mi conjunto de ropa interior.

La tanga no me la quitó, la rompió por un lado y solita cayó al suelo. "Qué rica tienes esa cuca depilada! Y pensar que hace unas semanas parecías una mosquita muerta y lo que eres es una zorra deliciosa", exlcamó. Luego empezó a meterme los dedos, mientras yo goteaba de lo mojada que estaba. Se quitó los pantalones, se enfundó un condón y me la metió de una por delante. Me arrancó el brasier mientras me culeaba con fuerza, intentando hacerme daño aunque estaba menos dotado que Diego... Me mordía los pezones y no paraba de insultarme, llamándome puta, mamadora, zorra, ETC...

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Yo era un parásito y me reinserté
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