Estoy aquí para recibir mi condena por los actos de los cuales yo me declare culpable.
Yo he reflexionado sobre estos actos y he concluido que nada que yo haga jamás repararía el gran daño que he causado, mi esperanza es que mi decisión de declararme culpable y aceptar mi castigo traerá algún medio de paz a las víctimas de mis actos y a sus familias.
Cuando solo tuve 14 años de edad, mi padre se murió y por ello fui lanzado al papel de cabeza de familia, de ahí en adelante, mi vida cambio dramáticamente y comencé a tomar decisiones equivocadas y a seguir caminos errados, tratando de defenderme y a mi familia de la guerrilla.
Por medio de este proceso hoy reconozco que la historia mía no es la única y que es repetida diariamente en las ciudades de este país e igual en los pueblos de Colombia, cada vez que un padre deja huérfanos a sus hijos por cuenta de la violencia producida por el narcotráfico.
Las victimas no son solamente los muertos, las familias, particularmente los hijos quedan como victimas vivientes enfrentando un mundo cruel y cínico, lleno de hombres maliciosos.
Es mi sincera esperanza poder darle alivio a las familias de las victimas por medio de tomar pasaos afirmativos hacia la reconciliación y poder darles alguna conclusión a sus pesadillas. Yo sé que estos pasos nunca pagaran por el mal que se hizo y por eso estoy extremadamente arrepentido.
Yo he pensado profundamente sobre las presiones y tentaciones que me rodeaban cuando falleció mi padre y de cómo yo debí haber sido más fuerte para resistirlas.
Lamentablemente no lo fui y dirigí mis pasos hacia un camino equivocado, esas malas decisiones destinaron a mí y a mi familia hacia una vida sin paz y de mucha agonía, hoy es mi esperanza que la juventud de este país, igual que la de mi amada Colombia, aprendan de mis malas decisiones y no repitan mi gran error, sean fuertes, resistan las tentaciones, vivan vidas de paz y de propósito con sus familias, basadas en principios honrados, trabajo honesto y legitimo, y vivan con la fe y paz que nuestro Dios les dará.
Aunque no estoy muerto, para mis hijos y particularmente para mi hijita, es un hecho que los he dejado huérfanos con mis actos; ellos también son víctimas de mis actos, le ruego a Dios que les de la paz, que tanto se han merecido.
De nuevo le quiero dar las gracias a su Señoría por escuchar mi disculpa y por la oportunidad de comenzar el proceso curativo. Le quiero pedir el gran perdón a mi familia y a todas las victimas; a Estados Unidos y al pueblo Colombiano. A Dios le he pedido perdón y tengo fe que me acompañará en mi camino
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