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Jaime Leonardo Rodriguez

Dificilmente hubieramos podido conseguir una foto suya en la que su cabaña no estuviera siendo vulnerada. No deja de producir una extraña mezcla de escalofrío, pesar y un poco de vergüenza ajena la trayectoria de este arquero bogotano: en los dos últimos partidos que disputó como profesional tuvo que sacar el balón ocho veces de la red.
Debutó con el Tolima en 1993 aportando su granito de arena en el descenso del vinotinto y oro. En el primer semestre de 1994 recaló en el Santa Fe y le llegó la oportunidad en un partido contra el Medellín. Ahí fueron los primeros cinco. 72 horas después, en el mismo escenario, Millonarios le encajó otros tres obligando a Jaime Leonardo a buscar nuevas perspectivas para su vida. En efecto, el hijo del “Flaco” Rodríguez poco tiempo después de esta atribulada semana decidió colgar los guayos. En declaraciones a la revista Deporte Gráfico aseguró que el motivo de su prematuro retiro fue el constante retraso en los pagos por parte del Independiente Santa Fe; nosotros creemos que la vergüenza se le agotó en esos dos partidos.

En cualquier caso, lo que Jaime Leonardo no consiguió bajo los tres palos, lo consiguió años más tarde detrás de la barra. Hoy en día es el próspero propietario del popular establecimiento “Pachanga y Pochola”, epicentro por excelencia de la pernicia de los jugadores de los equipos capitalinos. Fuentes que se negaron a revelar su nombre aseguran que la insoportable seguidilla de tediosos empates 1-1 en los clásicos capitalinos que han venido padeciendo ambas hinchadas tuvo su origen en las animadas veladas que integrantes de ambos planteles solían (¿suelen?) protagonizar en P&P. Este lugar inspiró también la conocida expresión que se suele escuchar en las gradas del Campín “está en Pachanga y Pochola” que se utiliza cuando la hinchada encolerizada se pregunta por la ausencia del delantero de turno para terminar una jugada que tenía serios visos de gol. Muchos aseguran también que esta fue la venganza, sútil y dolorosa por cierto, que Jaime Leonardo escogió para con el deporte que tan mal lo trató. Se le ha visto tapando en un par de hexagonales del Olaya, obviamente, bajo otra identidad.

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Fernando "Bombillito" Castro

Otra triste historia. Nadie contaba con el mal resultado que termianría por truncar la carrera de quien era un prometedor lateral bogotano de Millonarios. Pero así fue. Y no fue cualquier derrota inesperada de local contra un sorprendente Quindío ni una estrepitosa goleada en el Metropolitano, no. Quizo el cruel destino que su debút y su despedida estuvieran separadas por tan sólo 90 minutos en el recordado clásico que Millonarios perdió 7-3 contra Santa Fe cuando apenas comenzaba la temporada de 1992. “Todo iba bien, quien se lo iba a imaginar”, dirían seguramente sus familiares años después. Hijo de Fernando “Bombillo” Castro hizo parte de la famosa selección Bogotá sub23 campeona nacional en 1991 junto a Adolfo Valencia, Oscar Cortes, Ricardo “Gato” Pérez, Eddy Villarraga y Freddy León. Todos ellos elementos que más adelante conseguirían no solo jugar más de 90 minutos como profesional sino en algunos casos una verdadera consagración sobreviviendo también muchos de ellos el 7-3. Resultado que dejó innumerables secuelas (ya vendrá el homenaje al Moisa Pachón) y considerables pérdidas, entre ellas la triste y efímera carrera del “Bombillito”.

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Carlos Humberto "Jabalí" Rodríguez

Su destino estaba marcado para hacer goles y goles con la camiseta VERDE Y BLANCA, con ninguna otra. Pero este hombre, apodado el Jabalí, nunca vistió el uniforme de Nacional.
Carlos Humberto Rodríguez es uno de los muchos productos de la prensa antioqueña, que todavía sin despuntar en el profesionalismo, ya era uno de los mejores hombres en los clubes paisas. Nacido en el barrio Castilla, cuna de René Higuita y sede de la cancha El Maracanazo, el Jabalí creció haciendo goles como brasileño. Fue goleador de una selección juvenil antioqueña, donde compartía equipo con Daniel Vélez y Carlos Ignacio Canacho Vélez, dos glorias de los peladeros paisas. Los goles con la VERDE Y BLANCA de Antioquia le valieron el paso al Poderoso DIM.
Allí debutó el 14 de julio de 1992, en un partido amistoso frente a la Selección Colombia Preolímpica, aquella que fracasó en los Juegos de Barcelona (Récord Guinnes de fracasados en una cancha). Al minuto 25 entró y 30 minutos después, en la segunda mitad, el Jabalí tiró un centro con tan buena suerte que se le coló a Miguel Calero para el mejor gol de la noche. “Un futuro promisorio”, auguró el periódico El Mundo. “El mejor de la noche”, sentenció El Colombiano. Le cayó la sal.
En el mismo año, Carlos Humberto sólo jugó nueve partidos más, cinco como titular, con un sólo gol anotado, frente al Pereira. Se acabó la temporada, el DIM no hizo nada y llegó, para el 2003, Luis Augusto Chiqui García, con un resultado más que predecible.
El “Chiqui” se deshizo de todos los jóvenes y trajo a sus “juveniles” Rubén Darío Hernández, Óscar Juárez, Carlos Gambeta Estrada, y como no, a su hijo Luis Alberto, todavía un pipiolo.
Al Jabalí sólo le quedó perderse en el bosque del fútbol aficionado, para volver a despuntar en 1995 con la VERDE Y BLANCA, pero no de Nacional ni de Cali… ni siquiera del Quindío… fue del fabuloso Deportivo Antioquia.
En el verde se desquitó y fue el goleador del equipo, que no descendió, pues no había otra categoría más abajo. El Jabalí volvió al Maracaná, pero de Castilla, a seguir con los rodillones.

El mundo del fútbol ya tenía a su “Pantera” Tréllez, a su “Tigre” Gareca, a su “León” Villa, del verde. No necesitaba de un “jabalí”… Hoy se desconoce de su paradero.

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John Sandoval

Espigado lateral derecho bogotano que saltara a la fama a comienzos del segundo semestre de 2002 cuando en un ejercicio de libre interpretación de la norma recién introducida que obligaba a alinear a un jugador sub-19 el entonces técnico de Millonarios José “Cheché” Hernández ordenó su salida del terreno de juego para que fuera reemplazado por el panameño Víctor Herrera (en primera línea de candidatos a homenaje) en el primer minuto del partido que en esa tarde julio los azules disputaban contra el Deportes Tolima.
Como sucede con el 90% de quienes engrosan este espacio, la fama le llegaría a Sandoval por donde menos se lo esperaba y, seguramente, por donde menos hubiese querido. En efecto, al día siguiente su casa padeció los embates de la tradicional horda de inquietos monaguillos deportivos quienes, como es la costumbre en estos casos, haciendo gala de una chabacanería notable indagaron –al tiempo que vertían sobre la residencia del joven futbolista cantidades industriales de sal– por cuanto gusto, fobia, manía y resabio ostentaba la naciente figura.
Hay que decir que la sal vertida por los periodistas que cubrieron el escándalo propiciado por “Cheché” obró de maravilla: de Sandoval sólo se volvió a tener noticia en las contadas ocasiones en las que ingresó sobre el final de los partidos. No sobra añadir que no había terminado de aparecer Sandoval en la zona de traslado cuando las juiciosas y rigurosas reconstrucciones de la sagaz maniobra del “Cheché” absorbían la totalidad de la capacidad de concentración de los fanáticos obligándolos a dejar en segundo plano el partido en curso.
Un partido como titular en 2003 con Peluffo y otros tantos con el juvenil equipo de Oscar Cortés fue el saldo final del paso por Millonarios de este jugador que nunca pudo sacudirse la sal que gracias a Hernández y a la siempre acuciosa prensa deportiva nacional cayera sobre él gracias a aquel ingrato suceso que logró catapultarlo a una bizarra fama que muchos cambiarían por un apartamento con estufa, dos gatos y tele en color.
De Millonarios salió a comienzos de 2005 rumbo a la Academia Compensar, equipo en el que ha alternado entre la suplencia y la titularidad sin haberse podido librar aún de esa incómoda condición de raro y curioso cortesía del buen José Eugenio. “¿Se acuerda de esa vez que Cheché sacó a un pelado para meter a ese paquete panameño?” esta pregunta todavía se escucha los sábados cada quince días en el coqueto estadio de Compensar. John, aseguran, ya no se perturba: finalmente supo aprender a vivir con la fama.

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