Una pareja de septuagenarios viaja a Bogotá de turismo, y entre sus planes, van a La Plaza de la Santa María a ver una corrida de toros. Al salir del espectáculo, deciden cenar en un restaurante donde sirvan típica comida española. Una vez ubicados en una mesa, le piden al mesero que les sirva la comida más alegórica a las corridas. A los 20 minutos, el mozo se presenta con una bandeja tapada con una campana; al abrirla, entre el vapor y un exquisito aroma, aparecieron dos enormes "bolas" de algo desconocido para los vejetes; todo adicionado de guarniciones varias. Comieron de buen gusto aquel manjar y antes del postre, le preguntaron al mesero:
- Oiga, buen hombre; que es esto tan delicioso que acabamos de comer?
Y el mesero les respondió:
- ¡¡Son las criadillas del toro que acaban de torear en la Santa María!! ¿Verdad que es un manjar?
- ¡¡Pues si que lo es!! ―respondió el viejo.
Al fin de semana siguiente, la pareja visitó Medellín. Concurren a un comedor y para repetir, piden al mesero que les sirva el mismo menú que degustaron en Bogotá.
Al llegar la comida, descubren que la ración no era ni la décima parte de la que les sirvieron allí. El hombre, decepcionado, pidió hablar con el encargado y le dijo:
- Mire, amigo; ¡estoy muy disconforme con la ración que nos han servido! ¡Fíjese que en Bogotá, la semana pasada, hemos pedido el mismo menú y resultó ser muchísimo más abundante que la que nos han dado aquí! ¡Dígame; a que se debe!
Y el mesero les contestó:
- Pues caballero... ES QUE NO SIEMPRE PIERDE EL TORO.