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Exclamation La violencia que salpica al fútbol colombiano tiene raíz en otro campo Calificación: de 5,00

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Bogotá, 6 jul (EFE).- Un jugador que asesina a un hincha de su equipo y un entrenador uruguayo que huye de Bogotá por supuestas amenazas de muerte a quince años del asesinato del defensa Andrés Escobar plantean en Colombia la discusión sobre la raíz de un mal que salpica al fútbol y deja bajo el dedo acusador a una sociedad.

Estos tres casos, sumados a otros recientes protagonizados en estadios de Cali, Cúcuta y Santa Marta por 'barras bravas' ha llevado a muchos críticos locales a plantear que el fútbol se ha vuelto violento.

Pero para especialistas, otra es la causa de lo que ahora se vuelve a ver en Colombia.

"No se puede decir que el fútbol es violento, nuestra sociedad es violenta. Lo que pasa es que el fútbol es uno de los deportes que más seguidores y fanáticos tiene, entonces se ven más situaciones de violencia. Hay situaciones que promueven la violencia en una sociedad que es violenta de por sí", declaró hoy a Efe el médico psiquiatra Cristian Muñoz Farías.

Añadió que la presión por un resultado, o la incapacidad para cumplir un desafío también puede llevar a una conducta impulsiva de graves consecuencias.

Este planteamiento parece ajustarse a las circunstancias que condujeron ayer en la ciudad caribeña de Barranquilla a la muerte a tiros de un seguidor del Atlético Júnior.

Lo insólito es que el señalado asesino es un jugador del mismo equipo y la razón parece orientarse a que el joven electricista Israel Campillo, se atrevió a reprocharle al centrocampista Javier Flórez por haber permitido la pérdida del título del Torneo Apertura a manos del Once Caldas.

La burla del aficionado y algunas manifestaciones alusivas a la incapacidad del jugador y de su equipo para sacar un resultado positivo de su cancha, en Barranquilla, habrían motivado a Florez a desenfundar un arma y propinarle los mortales disparos.

"Son diferentes factores los que pueden generar una respuesta inadaptada por parte de un deportista. A veces la presión, porque el deporte exige resultados inmediatos y los resultados llevan a que los deportistas sean valorados no solo por los entrenador, sino también por un público que los sigue", analizó el psiquiatra.

A partir de ahí, según del doctor Muñoz, se explican situaciones graves como grescas entre jugadores, distanciamiento de los mismos con su afición, o choques de barras organizadas.

El último caso de nefasta influencia de barras organizadas en el fútbol colombiano se habría registrado el lunes pasado.

El uruguayo Rubén Israel, que apenas cumplía un mes en el banco del Independiente Santa Fe, el primer campeón colombiano, regresó intempestivamente a Montevideo, el 29 de junio, tras presentar su renuncia con el argumento de que había recibido amenazas de muerte a través de llamadas telefónicas en las que sus interlocutores decían ser miembros de barras bravas.

Según las denuncias del ex técnico del Libertad paraguayo, sus interlocutores anónimos le exigían mantener en la plantilla a un jugador a cambio de respetar su vida y la de sus familiares.

Elevados intereses económicos en juego o bajas pasiones despertadas por un deporte que mueve masas, o sirve de bálsamo para múltiples problemas sociales forman también en un cóctel peligroso.

"La violencia en Colombia es un problema estructural que está determinado por una mala distribución de la riqueza. Esas desigualdades provocan una actitud de confrontación entre los distintos sectores sociales", declaró a Efe el sociólogo Cristian Muñoz Barragán.

El caso de violencia relacionado con el fútbol que más sigue doliendo a la sociedad colombiana ocurrió hace quince años en Medellín. Poco después de la decepcionante participación de la selección nacional en el Mundial de Estados Unidos'94, el defensa Andrés Escobar fue asesinado a la salida de un bar.

"Por marcar un autogol que determinó la pérdida de un partido. Eso demuestra que los niveles de tolerancia son muy bajos y los de frustración muy altos en nuestra sociedad, que es exigente y a veces no repara en que ese deportista puede tener problemas", manifestó Muñoz Barragán.

Así las cosas, los casos de Barranquilla y Bogotá, y el ya doloroso antecedente de Medellín "no pueden mirarse como problemas específicos del deporte, sino como un problema de la sociedad colombiana", puntualizó el sociólogo.

"En el momento en que el jugador del Atlético Júnior reaccionó a una provocación, no lo estaba haciendo como deportista, sino como un colombiano común y corriente que no encuentra otra forma diferente para replicar que una actitud tan o más agresiva", puntualizó el sociólogo. EFE

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