El triunfo del campeón fue el premio a un planteamiento inteligente, a una idea de no renunciar a un objetivo así todo parezca estar en contra, a respetar su filosofía futbolística.


El Once no se metió atrás, se olvidó de las bajas y del ambiente y por eso Manizales todavía celebra a esta hora.

Ni el planteamiento superofensivo del Junior, ni los 50.000 espectadores que perdieron la voz en las tribunas del estadio Roberto Meléndez luego de gritar desde la una de la tarde, amilanaron a los visitantes. Fueron ambiciosos y plantearon un partido en el que le quitaron la pelota y le cerraron los espacios al equipo de Comesaña, que de la intención de prender la fiesta pasó al desespero.

Ante ese panorama, no parecía extraño que el Once se fuera en ventaja a los 17 minutos del primer tiempo, cuando en un tiro de esquina, Alexis Henríquez se escapó de la marca de John Valencia, anticipó al portero Adrián Berbia en el área chica y anotó el 0-1. La estrella comenzaba a alumbrar en Manizales.

La ilusión parcial del Junior se reavivó con el empate de Háider Palacio a los 29 minutos, en un cobro de tiro libre: le rodaron la pelota y el lateral aprovechó que la barrera se abrió para mandar un tiro a ras de piso que se le coló al portero Héctor Landázuri.

El partido se puso buenísimo a partir de ese momento, pues Junior convirtió a Landázuri en figura y el Once no renunció a atacar. Y en una jugada rapidísima, Henry Rojas dejó a Álex Sinisterra mano a mano con Berbia. El delantero, que no había marcado un solo gol en este torneo, dejó al uruguayo en el camino y puso el 1-2 con el que el partido se fue al descanso y con el que comenzaron a agotarse las uñas de 50.000 barranquilleros.

En la segunda etapa, Junior comenzó a jugar a la antigua, como si Édgar Perea le hubiera pedido que llenara la cancha de delanteros. Pero hubo más gente y menos espacios.

En cambio, el Once logró la tercera anotación y se montó del todo en el partido, con un rebote que tomó Dayron Pérez y que mandó al fondo del arco, a los 27 minutos de la segunda etapa. A partir de ese momento, la pelota comenzó a circular en medio de las medias negras del Once y del desespero del Junior, que terminó pegando ante la mirada de los hinchas barranquilleros que decidieron que su tortura fuera de 90 minutos: cerca de 20 mil ya se habían ido y los seguidores del Once ya habían sido desalojados por la policía.

Al final, las oraciones, los agradecimientos y las felicitaciones fueron todas para el Once Caldas, que nunca se dio por vencido, que no tenía la derrota en Barranquilla entre sus planes y que anoche, después de seis años, volvió a dar una vuelta olímpica.