"...ciertos seres que se encuentran en una escala evolutiva mucho más alta que el ser humano, verdaderos dioses del espacio, que se aprovechan del esfuerzo humano, pero que a la vez, cumplen ciertas funciones cósmicas, es decir, ocupan un importante puesto en la economía universal. Ya los hemos mencionado anteriormente llamándolos los Arcontes del destino. También podríamos referirnos a ellos como los Dioses del Zodíaco ya que son los que dirigen y regulan la existencia humana en este planeta...
Los Arcontes del destino son seres temibles, no porque sean malos, sino por su severidad fría e inexorable en la manipulación del sapiens (hombre)...
Estos jueces ocultos provocan, por ejemplo, sin piedad alguna en sus corazones, una guerra mundial en la cual mueren millones de personas. Para ellos estos difuntos no tienen más valor que el asignado por el sapiens a los miles de animales que sacrifica diariamente para alimentarse.
"El sapiens, en su lucha inclemente por la existencia, hace que su ******o emocional y nervioso elabore ciertos elementos incorpóreos, pero de una extraordinaria potencia, los cuales "abandonan" el cuerpo humano en forma de vibraciones que son emitidas por antenas incorporadas en su unidad biológica, las cuales se encuentran orientadas y sintonizadas con la frecuencia de los Arcontes, que así "cosechan" esta fuerza y la utilizan con fines que no divulgaremos; volviendo a advertir que, de todos modos, cumplen una función cósmica.
Es así como el sapiens es despojado inadvertidamente del producto más noble producido por él mismo, el destilado final de la experiencia humana... el "caldo aurífero" de su vida".
El sapiens debe nacer, sufrir, amar, gozar, reproducirse, construir civilizaciones, destruirlas, enfermar y morir, sólo para beneficio de potencias superiores invisibles, quienes capitalizan el "producto vital".
El sapiens es, por lo tanto, un esclavo a perpetuidad.
No obstante, ejemplares individuales o aislados (segregados del grupo), pueden llegar a ser libres".