La señorita Peripalda, catequista, iba a la Hora Santa, y vio a una muchacha de tacón dorado que en una esquina ofrecía sus encantos. Casualmente también pasaba por ahí el reverendo Rocko Fages, pastor de la Iglesia de la Tercera Venida. La señorita Peripalda se indignó a la vista de aquella sexoservidora. Le dice con enojo al pastor Rocko: "-¡Esas mujeres constituyen una lacra social! ¡Deberían ir todas a la cárcel! ¡Son unas descaradas, unas cínicas, unas desvergonzadas, unas infames sin pudor!". "-Es cierto -confirma el reverendo-. ¡Y lo que cobran!"