Tres suecas espectaculares recorrían el campo nariñense.
Calientes y contentas se toparon con un joven campesino quien a simple vista se veía que tenía un "monumental paquete".
Calentaron al joven convenientemente y se dispusieron a echarse tantos polvos como las fuerzas les permitieran. Pero antes le hicieron un pedido a Rudecindo.
-Nos gustaría que te coloques esto. -alcanzándole un condón-.
-¿Ese caucho? ¿y dónde me lo pongo?
-Vení que te ayudo, ¿ves? aquí en el pene.
-¿Y para qué tengo que ponerme esto?
-Es muy importante que te lo pongas, de otro modo podríamos quedar preñadas.
El noble Rudecindo aceptó, se ajustó el condón y les dio contento a las extranjeras el mejor sexo de sus vidas.
Las suecas agradecidas y contentas se marcharon después de dejarle una jugosa propina en Euros.
Pasaron dos días. Entonces resoplando y sudando el muchacho se sacó el condón. Y con lágrimas en los ojos, dijo:
-¡Por mí pueden quedarse preñadas mil veces, pero no aguanto más sin mear por este puto caucho!