A los pocos meses, llegaría la nueva versión 2+2 Fastback presentando un estilo más
cercano al europeo.
Iacocca buscaba que el auto tuviera una serie de opcionales, de modo que cada comprador se asegurase de poseer una unidad diferente, personalizada. De esa manera resultaba muy difícil encontrar dos Mustang exactamente iguales. Esta característica significó un incremento notable en las ventas del modelo.
Entre abril de 1964 y septiembre de 1965, Ford vendió 620.000 unidades, de las cuales 418.000 correspondieron a los primeros 12 meses.
La realidad probaba que Iacocca tenía razón. Sobre la base de U$S 2372 (6 cil.) y U$S 2480 (V, la compra resultaba accesible para aquellos jóvenes que recién ingresaban al mercado laboral y buscaban su primer 0 km.
Éstos estaban fascinados con el nuevo auto, su diseño deportivo, su pequeño tamaño y su identidad con la generación a la cual pertenecían. La gran sorpresa la daban las mujeres, quienes adquirieron el 60 % de las unidades.
Jóvenes secretarias ejecutivas, sentían que el precio estaba al alcance de su sueldo
y que un auto más pequeño, sport, sencillo y con una imagen que las identificaba, les permitía una independencia que nunca antes habían alcanzado.
…“el auto al alcance del sueldo de una secretaria moderna”…rezaba el slogan en las
publicidades de la época.

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Las primeras unidades venían equipadas con un motor de 170 pulgadas cúbicas (2.8 lts.) de seis cilindros en línea ( I6 ) y dos versiones de ocho cilindros (V, una de 260 y otra de 289 pulgadas cúbicas, es decir, 4.4 lts. y 4.8 lts., respectivamente. Los primeros, alcanzaban las 90 mph (155 km/h), llegando a las 80 mph en 35 segundos. Su potencia era de solamente 101 HP.
En el caso de los V8, erogaban 160 HP, 200 HP y 271 HP para el de alta performance.
Éste último permitía alcanzar de 0 a 100 km/h en 8,3 segundos y el cuarto de milla en 15,9 segundos a 138 km/h.
En septiembre de 1964 se reemplaza el 260” por el 289”. También se introduce el 200” (2,2 lts.) de 7 bancadas y 120 HP que equipaba al Fairlane.
Esta última planta motriz era muy económica. Su rendimiento alcanzaba las 22 mpg (9 km por litro), casi el doble que un V8 producido en la Argentina. Por ese motivo llegó al país en 1968, con el Fairlane (Torino en USA), ya que se trataba de su motor original. Luego fue instalado en el Falcon y en la F-100, continuando la producción a lo largo de 30 años.
Para adaptarlo al combustible de la época, fue necesario reducir su relación de compresión, aumentar la carrera, retrasar el sistema de encendido dual y la apertura de admisión con un árbol de levas de diseño local. Como resultado se obtuvo una mayor cilindrada (221”), mayor potencia, menor reacción (rpm) y un alto consumo, similar al de un V8.