El mundo se paralizó a las dos y veinte de la tarde con la caída en moto de una leyenda, Michael Schumacher. El alemán llevaba desde el lunes entrenándose para la temporada del campeonato alemán de Superbikes con su equipo Honda Holzhauer en Cartagena y comenzaba a realizar unos excelentes tiempos, a poco más de un segundo del récord de la pista.



El heptacampeón del mundo de F-1 perdió el control de la moto al final de la recta de meta del trazado murciano y cuando rodaba a unos 220 km/h. Pilló uno de los baches del circuito, se pasó de frenada y terminó rodando por los suelos. Las primeras informaciones fueron alarmistas, hablaban de que se había quedado inconsciente, de que tenía un brazo roto y un traumatismo cranoencefálico. Al habla con su agente de prensa y mano izquierda (la derecha es Weber), Sabine Kehm, nos tranquilizó: "No tiene nada roto y en la ambulancia estaba plenamente consciente. Le han trasladado al hospital y es muy posible que salga de allí en unas horas".


A Michael le sometieron a un TAC en el hospital Virgen de la Arrixaca y se descartaron lesiones cerebrales y el traumatismo craneal. Si lo hubiera tenido, debería haber pasado una noche en observación en el hospital. Y tampoco llegó a perder la consciencia. Sí que tiene fuertes contusiones y un esguince cervical, y salió del centro médico con collarín, según informa Javier Orive. Un portavoz del hospital dijo a las 19:30 horas que no se iba a facilitar parte médico por expreso deseo de Schumacher y que se le daba el alta médica: "Está perfectamente dentro de la ******osidad del golpe".


El Kaiser se marchó en su jet privado, dispuesto a correr, según Kehm, en "una o dos pruebas del Mundial de resistencia. Le gusta competir, lo lleva en la sangre".

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