La refutación de cualquier tipo de fatalismo reside en las consecuencias absurdas e increíbles que todos ellos acarrean.
(1) El antiguo fatalismo implica que los acontecimientos estaban determinados independientemente de sus causas inmediatas. Negaba el libre albedrío o que nuestra libre voluntad pudiese afectar el curso de nuestras vidas. Lógicamente destruía las bases de la moralidad.
(2) El fatalismo que descansa en los decretos Divinos (a) convierte al hombre en irresponsable de sus actos y (b) convierten a Dios en autor del pecado.
(3) El fatalismo de la ciencia materialista no sólo aniquila la moral, sino que lógicamente razonado, demanda la creencia en la increíble proposición de que los pensamientos y sentimientos del género humano carecen de influencia real en la historia de la humanidad.
Mill distinguió: (a) Fatalismo Oriental o Puro, el cual, dice, cuida de que nuestras acciones no dependan de nuestros deseos, sino que sean regidos por un poder superior; (b) Fatalismo modificado, que nos enseña que nuestras acciones están determinadas por nuestra voluntad, y nuestra voluntad por nuestro carácter y los motivos que actúan sobre nosotros—nuestro carácter, no obstante, nos ha sido dado, (c) finalmente el determinismo, el cual, según él, mantiene que no sólo nuestra conducta, sino nuestro carácter es receptivo a nuestra voluntad y que podemos mejorar nuestro carácter. En ambas formas de fatalismo, concluye, el hombre no es responsable de sus acciones. Pero lógicamente, en la teoría determinista, si la razonamos, somos conducidos precisamente a la misma conclusión, ya que la voluntad que mejore nuestro carácter no puede surgir a menos que salgan previamente nuestro carácter y los motivos presentes. Prácticamente puede que haya una diferencia entre la conducta de un fatalista profeso, el cual se inclinaría a decir que ya que su futuro está siempre inflexiblemente predeterminado no tiene ningún sentido el tratar de alterarlo, y el determinista que abogaría por el refuerzo de las buenas motivos. En estricta consistencia, no obstante, ya que el determinismo niega cualquier iniciativa real de causalidad a la mente humana individual, el análisis consistente de la vida y la moralidad deberían ser precisamente los mismos para el determinismo y los fatalismos más extremos (ver DETERMINISMO). |