Para las personas que han tomado la decisión de dejar de fumar existen estrategias dirigidas a romper el hábito. No hay ninguna fórmula mágica, todo funciona, pero depende del esfuerzo personal. Dejar de fumar no es tan difícil como algunos creen. Prueba de ello es que muchas personas lo hacen a diario. Más que fuerza de voluntad, lo que se requiere es romper poco a poco los lazos afectivos que se han creado con el cigarrillo. Se puede empezar por reducir el consumo y evitar la dependencia social.
Al tomar la decisión de dejar de fumar, es conveniente elaborar una lista con las ventajas de convertirse en ex fumador y elegir aquellas situaciones concretas en las cuales podría omitir la compañía del cigarrillo. El objetivo es que la persona reflexione y sea consciente de los motivos que le impulsan a tomar la decisión para tenerlos a mano en aquellos momentos difíciles que pudieran aparecer durante el proceso de deshabituación al tabaco.
Por otra parte, al comprometerse a no fumar, eliminará las asociaciones con el tabaco y comprobará que puede realizar tareas sin un cigarrillo en la mano. También es importante tener claro que además de un mal hábito, se trata de una conducta aprendida que se puede cambiar en cualquier momento. Así como se adquiere la costumbre, es posible eliminarla aunque se flaquee en algunos momentos. El problema es que muchas personas desisten antes de intentarlo por miedo a las recaídas o a los síntomas del síndrome de abstinencia, como son la irritabilidad, el nerviosismo, la ansiedad, el insomnio, el aumento de peso, el dolor de cabeza y la debilidad. Sin embargo, no tienen en cuenta que se trata de algo temporal y que esa sensación desaparecerá por completo en un par de semanas.
Otro punto importante es ser consciente de las verdaderas razones por las cuales se fuma. Para la mayoría, el cigarrillo es una fuente de gratificación; para otros, es una forma de afrontar el estrés y de combatir el aburrimiento. Muchos fuman por rutina o por razones sociales. Si se tratara simplemente por la adicción a la nicotina, cualquiera que permaneciera una semana sin consumir no tendría por qué volver a desear un cigarrillo, ya que los rastros de nicotina en sangre habrían desaparecido y no existiría ninguna explicación fisiológica para seguir con las ganas de fumar. Lo que más cuenta es la motivación psicológica que se tenga.
Aun así, no se puede dejar de lado el efecto de ciertos componentes del cigarrillo en el organismo. Con el reconocimiento de la nicotina como droga capaz de causar adicción y, por tanto, como uno de los factores más importantes en mantener el consumo de tabaco, el enfoque médico dio un gran giro: se introdujo la terapia sustitutiva como medio eficaz para ayudar a los fumadores a dejar el cigarrillo. Quizá por eso, quienes presentan una alta adicción a la nicotina (quienes fuman más), tienen mayores dificultades (ver test de Fagerström). Para ellos existen tratamientos farmacológicos que, sumados a ciertos cambios en el estilo de vida, contribuyen a dejar el hábito para siempre. Cualquiera de estas alternativas -chicles, parches, aerosoles o antidepresivos- requiere la prescripción y el seguimiento del médico.
Para conocer el grado de dependencia puede realizar la siguiente prueba. Si el puntaje es alto y no logra dejar de fumar con las recomendaciones que se encuentran más adelante, es mejor consultar al médico, con quien podrá discutir la alternativa de usar un medicamento.
No voy a fumar hoy