Da Vinci contra Jesús
En más de una ocasión se me ha cuestionado la necesidad de responder a los disparates contenidos en un libro de ficción. Son varias las razones. Además de la inmensa popularidad del libro y de sus atrevidos comentarios sobre la historicidad de su contenido, tenemos el frontal ataque que hace el autor a la persona de Jesús.

En esto tampoco es original Dan Brown. Noy hay nada nuevo que no haya sido dicho y discutido en los últimos 100 años. Pero esto es desconocido por el público. Asombrados por la “erudición” de Brown y adormecidos por su historia, el lector comun y corriente traga carnada y anzuelo.

Pero, ¿qué importa?


La veracidad del cristianismo está fundada sobre dos pilares muy ligados entre sí: la documentación histórica (Nuevo Testamento) y el Personaje histórico (Jesús de Nazaret). Contrario a otras religiones del mundo, estos “pilares” esenciales de la fe cristiana pueden ser investigados históricamente.

Sobre este asunto comenta Michael Grant, conocido historiador no cristiano, lo siguiente:

Aún cuando el interés primario de los autores de los Evangelios era espiritual, viniendo la historia después, la Iglesia cristiana siempre se ha preocupado, más que cualquiera de sus rivales, con la idea de que la vida de Jesús fue historia; y con buena razón, ya que el cristianismo es la única religión que cae o permanece por supuestos hechos históricos. (itálicas del autor Grant) (1)

De modo que el Nuevo Testamento y la persona de Jesús, ambos hechos reales e históricos, son elementos esenciales de la fe cristiana. No es sorpresa, entonces, que sean estos los objetivos usuales de los ataques que contra ésta se dirigen. Fue así en el origen del cristianismo y es así en el Código Da Vinci.

A lo largo de buena parte de su libro, Dan Brown expresa a través de sus “eruditos” personajes (Lea Teabing y Robert Langdon) que un fenómeno similar al ocurrido con el Nuevo Testamento se dio con el concepto de la divinidad de Jesús. Según el Código Da Vinci la idea de Jesús como Dios fue un invento posterior de las estructuras de poder en la ya “organización” cristiana.

En el “Código” Jesús es considerado un hombre común y corriente, sin ideas de divinidad y tampoco visto como tal por sus discípulos a quien la tradición posterior “convirtió” en mesías y en Dios, construyendo sobre él la religión cristiana. La doctrina de su deidad se decidió por votación (en el Concilio de Nicea) en la que resulta ganadora “por un estrecho margen” en la votación de los obispos.

Antes de morir se casó con María Magdalena a quien dejó a cargo del movimiento. Los apóstoles, especialmente el iracundo Pedro, no aceptaron esto por lo que María tuvo que abandonar Palestina rumbo a lo que es hoy Francia, donde cría a su hija. Cuando esto ocurre, entre los apóstoles se consolida la dominancia masculina y se da la estocada final a la posibilidad de preservar en el cristianismo la “diosa femenina” o “diosa femineidad”, de la que hablaremos en otro capítulo.

Para el Código Da Vinci ni Jesús, el Nuevo Testamento son realidades históricas, al menos como lo considera la Iglesia Cristiana. Por lo tanto no son fundamentos sólidos. Caídos ellos, el cristianismo se viene abajo. ¿Podemos quedar indiferentes ante esto?


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