La colombo-francesa Ingrid Betancourt, galardonada el miércoles con el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia 2008, es una política de carácter recio cuyos seis años de secuestro la convirtieron en símbolo de este drama que viven unos 3.000 colombianos.
Betancourt "se ha convertido en un símbolo mundial de la libertad y de la resistencia humana ante las más duras adversidades. Su lucha en favor de la democracia ha sido un esperanzador ejemplo de dignidad y valentía", señaló el fallo del jurado.
Rescatada el 2 de julio junto con 14 policías y militares en una operación de la inteligencia militar colombiana, la política dedicó el premio a quienes siguen cautivos y a los que han muerto en manos de sus captores.
Contra la voluntad de su familia, la ex rehén de 46 años había pedido al gobierno rescatarla sólo si tenía garantías de éxito, y en las pocas pruebas de vida divulgadas fustigó a las FARC por el trato inhumano que da a unos 700 secuestrados.
Este miércoles denunció que fue declarada "objetivo militar" por los rebeldes, pero que buscará la manera de regresar a Colombia, de donde partió a Francia tras su liberación.
Una foto suya revelada en noviembre, en la que aparecía abatida, demacrada y silenciosa, en medio de inhumanas condiciones como estar encadenada, contrastaba con la reconocida vehemencia que catapultó su carrera política.
Ese carácter la llevó a mediados de los años noventa a ser la congresista más votada del partido Liberal, del cual abjuró tras denunciar la influencia del narcotráfico en la política y a fundar el partido Verde Oxígeno, del cual era candidata presidencial cuando fue secuestrada.
Hija del ex ministro de educación Gabriel Betancourt, que murió meses después del plagio, y de Yolanda Pulecio, una ex reina de belleza, Ingrid ama el debate y reivindica continuamente su religiosidad y fe en Dios.
Estudió en el Liceo Francés de Bogotá, donde sus ex compañeros la recuerdan como brillante, ambiciosa, con gran poder de convencimiento e ideas de izquierda.
Luego viajó a París para estudiar ciencias políticas y fue alumna del ex ministro francés Dominique de Villepin. Obtuvo la nacionalidad francesa por su matrimonio con el diplomático Fabrice Delloye, con quien tuvo dos hijos, Melanie y Lorenzo, que pasaron su adolescencia marcada por el secuestro de la madre.
Betancourt regresó a Colombia a comienzos de los años noventa y tras un breve paso por la burocracia se dedicó a la política, ámbito en que conoció a su segundo esposo, Juan Carlos Lecompte.
Otra ex rehén de las FARC, Clara Rojas, admitió que pese a su amistad con Betancourt surgieron desavenencias durante el cautiverio, luego de sus al menos cinco intentos fallidos de fuga.
Rojas, que tuvo un hijo con uno de sus captores, acompañaba a Betancourt en el momento del secuestro el 23 de febrero de 2002, cerca de San Vicente del Caguán (sureste).
Las circunstancias del plagio revelan mucho de la personalidad de la ex senadora, a quien las autoridades habían advertido sobre el riesgo de viajar a esa zona tres días después de la ruptura de un proceso de paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).
Pero Betancourt viajó convencida de que sus posiciones progresistas eran un escudo frente a los rebeldes, según Rojas, quien sostiene que en principio ambas creyeron que el secuestro sería pasajero.
Pero no fue así y se prolongó en medio de tiras y aflojes entre los rebeldes y el gobierno de Alvaro Uribe sobre las condiciones para negociar la liberación.
"Aquí vivimos muertos", escribió a su madre en una extensa carta divulgada junto con las fotos y el video de noviembre.
Betancourt asegura que el rescate la curó de todas sus dolencias y con nuevos bríos ha dedicado estos dos meses de libertad a visitar gobernantes y personalidades como el Papa Benedicto XVI, para pedir que sean liberados todos los secuestrados y un acuerdo que acabe con la guerra de cuatro décadas en su país.