Querían un disco que pudieran defender mejor en vivo. Por eso, los instrumentos del grupo están en primer plano.
"Es más guitarrero y tiene menos instrumentos de viento. Es más roquero que los anteriores". Aunque la base de ska y reggae no se pierde, esta vez fueron más aventurados. Hay canciones con salsa y cumbia en los arreglos.
La palabra, al ataque
Hablar solo de la música no es justo con el septeto.
Las letras son fundamentales. Es allí donde los integrantes dejan ver su posición frente al mundo y sus tristezas.
Los indígenas, el equilibrio ambiental, la corrupción y el exceso de violencia son tópicos que aparecen en los 13 cortes del álbum. Se les agradece la ausencia de canciones donde abunden los te amo y te quiero. La única excepción es Ilegal, en la cual hacen un buen juego de palabras.
"No nos interesan las canciones que reflejan una vivencia personal. Nos interesa ser universales, que nuestro público vea lo que pasa en el planeta", dice Caldas.
Krápula es un espíritu colectivo.
Por eso en sus canciones siempre hablan de la acción, de la masa, de movimiento, transformación, cambio, presión. "Nos interesa lo colectivo. Los grandes cambios de las sociedades los hace el pueblo", dicen. Les preocupa la inactividad de la sociedad.
Su grado de compromiso es grande y su popularidad va creciendo. Eso hace que más de un político los haya querido meter en su cuerda.
"Hemos madurado. Hemos trabajado con muchos y ninguno nos convence. No tenemos militancia política.
El grupo no es pro Uribe, ni pro Carlos Gaviria. Tomar partido polariza", dice Martínez.
Sus canciones evitan el nombre propio. En momentos en que se oye a los Rolling Stones cargar contra los republicanos o a Rage Against the Machine irse contra Bush, en las canciones de los Krápula es el oyente el que le pone apellido al asunto.
"Mr Danger (bajala
aca), por ejemplo, es una canción que se puede creer que es contra Bush, pero también puede ser contra Chávez. Escribir un nombre sería darle una temporalidad innecesaria", dicen.
Reconocen ser soñadores, pero se amparan en su experiencia para seguir haciendo cuentas alegres.
ANDRÉS ZAMBRANO D. EDITOR DE CULTURA