El instinto sexual es básico para la reproducción de las especies. Es obvio que la Naturaleza ha previsto que los actos de reproducción sean placenteros. La especie humana ha afrontado de forma muy diversa según las distintas culturas y momentos históricos este delicado y trascendental asunto. Ya se sabe que en las especies animales irracionales la mayor fuente de agresividad intraespecifica (a parte del alimento) es el apareamiento sexual. Pero es obvio que en la especie humana también.
En nuestro ámbito cultural, el occidental, determinado por el judeocristianismo, la solución mejor a la apetencia sexual sería la abstinencia (la castidad) y la fidelidad a la pareja. La posición contraria, también occidental, sobre todo desde el pensamiento marxista o izquierdista, ha preconizado el amor libre, la libertad sexual.
El abuso de sexo puede llevar a la adicción. Igual que el abuso de comida puede llevar a la bulimia o a la obesidad. Por eso la educación sexual debería ser considerada como un capítulo tan importante como la educación alimentaria.
Al igual que las dietas u otras restricciones alimentarias pueden provocar la bulimia, la represión sexual impuesta y excesiva pueden conducir a la adicción al sexo. Y también lo contrario: un inicio temprano y frecuente de conductas sexuales, o el haber sido víctima de abusos sexuales, el consumo excesivo de pornografía, unido a otros factores personales, pueden ser la base de la adicción al sexo.
Hay muchas formas de adicción al sexo. El denominador común es que todas ellas crean problemas y a pesar de ello se persevera en la conducta. Quizás la más frecuente de todas ellas es la adicción a la masturbación, conducta evidentemente relacionada con la pornografía. La oferta actual de material pornográfico alcanza hoy en nuestra cultura occidental cotas jamás alcanzada a lo largo de la historia de la humanidad. Aunque es obvio que la pornografía no es un invento de nuestra época, nunca ha estado al alcance de tanta gente. Películas X en TV, revistas, sex-shops y hoy, sobretodo, Internet. El consumo de sexo a través de la red es impresionante. Mucha gente asocia este tipo de consumo al de la cocaína.
La cocaína también está ligada a otras formas de consumo sexual. Sola o en combinación con el alcohol se utiliza para aumentar el placer sexual. En el hombre, debido a su efecto vasoconstrictor, es una causa frecuente de impotencia.
En cuanto a la forma de adicción sexual mejor vista socialmente, la adicción a las mujeres, los mujeriegos (que, en su versión femenina, una paciente nuestra denomina “hombreriegas”) podemos diferenciar dos tipos fundamentales. El primero correspondería al Don Juan, el seductor compulsivo, el encantador de serpientes que una vez conquistada la mujer deja de gustarle y la abandona como un pañuelo usado. Se ha interpretado este perfil psicológico como el de homosexual latente que en el fondo odia a las mujeres. El otro tipo de adicción a las mujeres corresponde al personaje de Casanova. Un Casanova, personaje literario, o un Rasputín, conocido personaje histórico, son devoradores impenitentes de cualquier tipo de mujer: la guapa y la fea, la joven y la mayor, les da lo mismo. Depredadores sexuales compulsivos. En una posible versión “amable” cuya justificación o racionalización es la de satisfacer a las mujeres, con su cinismo evidente, y también en una versión delincuencial que se expresa a través del acoso sexual permanente en el trabajo o allá donde pueda y, en los casos más extremos, en la figura del violador.