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Predeterminado Casas de Masajes Calificación: de 5,00

Los mejores licores
ps me imagino que a muchos de alguna u otra forma les llama la atencion este tema y ps me llego un mail con esta historia, el man se hace llamar el guru del sexo.... bueno sin mas preambulos aca les va


Todos los hombres hemos querido ir a una sala de masajes alguna vez, sea por la fantasía de ser atendido una nena bien rica, que haga todo lo que uno quiera; o simplemente por el morbo de saber cómo funcionan este tipo de lugares. Por eso quise ir a visitar estos sitios, en parte de que tengo un par de amigas recién conocidas que trabajan allí, una en el Centro y otra en Laureles, para ver que diferencia ahí entre una y otra, y cuánto le pueden cobrar a uno por echarse un polvo.
Sala de masajes Centro
Ahí estaba yo, frente a la puerta, con temor de tocar el timbre. Por muy macho que uno se crea, siempre da susto ir a uno de estos sitios, pero bueno, ya había llegado hasta ahí y no iba a perder el pasaje y mucho menos el impulso. Preguntas que pasaban por mi mente en ese momento: ¿Quién me atenderá? ¿Qué tan bonitas pueden ser las mujeres que trabajan en este sitio? ¿Será seguro? Toqué el timbre de aquella edificación rústica, ubicada en una calle concurrida del Centro y a pesar de que ya había pasado por allí mil veces, nunca me imaginé que allí mismo estuviera esta casa de masajes corporales y eróticos, como decía en el anuncio.
Me abrieron la puerta desde el segundo piso, subí unas escalas y abrí una reja para entrar a una sala con un sofá café de tres puestos, donde me senté a esperar que la administradora del local me diera toda la información que necesitaba. Una señora muy querida se me acercó, me saludó y comenzó a hablarme de la maravilla de mujeres que tenía y de todo lo que me podían hacer por unos cuantos pesos, no sin antes hacer una corta investigación de mercado y preguntarme cómo me había dado cuenta de la existencia de la sala de masajes y de recordarme que fuera por favor muy discreto con la información. No le conté que estaba escribiendo un artículo para una página de Internet.
En el Centro los masajes son baratos, y los precios varían dependiendo del servicio que prestan, por media hora cobran de $25.000 a $30.000 pesos, e incluye sólo masaje y masturbación. Por una hora cobran $40.000 pesos, que incluyen masaje, masturbación, sexo oral (con preservativo) y penetración vaginal (con preservativo también). Finalmente, por $60.000 pesos podes estar con dos nenas al tiempo.
Decidí que si ya estaba allí, me iba a gastar los $40.000 pesos de una vez, así que la administradora, que tiene más cirugías que Marbelle, llamó a 8 nenas que estaban de turno y disponibles a esa hora (eran las 3:30 p.m.). Era increíble, tenía 8 mujeres al frente y podía escoger la que quisiera para que me lo mamara y tener sexo… la fantasía iba cogiendo cara de realidad, las mujeres tenían entre 20 y 27 años, delgadas la mayoría, aunque habían un par de trocitas con caras muy lindas.
Casi todas tenían el cabello tinturado de rubio y vestían unas minifaldas que lo mostraban casi todo, y a pesar de que estaban… digamos que bien, ninguna me llamaba demasiado la atención; parecían cachorros en tienda de mascotas haciendo caritas para que las escogiera, todas miraban con ganas de tener parte de mis $40.000 pesos en sus bolsillos.
Ocho nenas me deseaban en ese momento (bueno, deseaban era mi plata, pero todos tenemos derecho a fantasear) y la decisión fue un poco difícil, pues me hubiera gustado verlas a todas desnudas y hacer una encuesta para saber cómo lo chupaba cada una o qué historias tendría cada mujer para contar. ¿Cuál necesitaba más el dinero? ¿Cuál será más aseada? ¿Cuál habría tenido menos sexo hoy? (y es que me parecería muy aburridor acostarme con una nena que ya en el día la hubieran manoseado y lamido mínino 5 hombres antes de mi).
Me tomé la liberad de preguntarle a cada una la edad, y la menor tenía 20 años; la mayor 25 aunque aparentaba más, pero debía escoger una así que escogí la única pelinegra del grupo. La administradora la llamó "Tatiana" aunque supongo que era un nombre artístico (por decirlo de alguna manera). Tatiana recibió un condón, yo me levanté de la silla y me dirigí hacia la administradora para pagarle el dinero. Mientras ella, muy formal y querida me recordó que no reciben tarjetas de crédito, sólo efectivo. Se despidió diciéndome: "que lo disfrute mucho". "Tatiana" me agarró de la mano y me llevó hacia una habitación donde se iba a consumar el negocio.
La decoración de la habitación era nula, solamente había una camilla, una mesa de noche y un espejo; al lado había un baño. Tatiana me dijo que me quitara toda la ropa de una vez y me acostara en la camilla, aunque las cosas me gustan con más preámbulo. No hay besos, caricias, ni calentamiento previo (cosas que imagino sólo harán con los novios). Le obedecí rápidamente, pues solo teníamos 60 minutos y ya llevaba 5. Ella empezó a masajearme con un aceite caliente mientras paseaba sus manos por todo el cuerpo y no sé por qué, pero en ese momento no tenia ninguna erección, de todas formas no le presté atención a eso y me dediqué a disfrutar de las suaves manos de Tatiana por todo mi cuerpo.
Después de haberme tocado por todas partes, por delante y por detrás, se dedicó a masturbarme suavemente, (la masturbación más incómoda que he recibido en la vida, para ella era una obligación hacerla, y para mí parte del trato), como todavía no se me paraba, le dije que me lo mamara , que se lo metiera a la boca, que así era más fácil y ella me dijo que no, que el sexo oral era con condón y que así como estaba no me lo podía poner.
Abusando, le dije que me lo hiciera sin condón y le daba $10.000 pesos más. Accedió inmediatamente, pero por más que me lo mamara sin condón yo no lograba una erección. Tal vez pagar por sexo no es mi fuerte, me sentí mal viendo a esa nena hacer algo que en el fondo no quería. Le toqué los senos, la acaricié por todas partes, pero mi concentración estaba en otra parte (pensando en cuantas cosas más no habrá hecho con algún cliente por algunos pesos extra). Tampoco dejaba de pensar qué motivos tendría esta mujer para trabajar ahí. ¿Por qué lo hace si no le gusta? Así que, contra todo pronóstico, me pareció más interesante hablar con ella.
Me puse el bóxer y me senté en la camilla a dialogar. Ella me contó que trabaja en ese lugar más que todo por obligación, tiene un hijo de 5 años y ella tiene 21. La mamá y el novio creen que trabaja en un almacén de ropa. De los $40.000 pesos que vale el masaje a ella no le toca ni la mitad, aunque dice que en la quincena le va muy bien porque los clientes la escogen mucho y además porque la mayoría le dan propinas, aunque está prohibido salir con ellos.
Tatiana, y muchas de las niñas que trabajan ahí se niegan a conseguir otro empleo, porque bien o mal, fácil o difícil se ganan lo que en ninguna otra parte se van a ganar con el bachillerato; casi todas tienen hijos y cumplen con todas las obligaciones de la casa, desde el mercado hasta el arriendo y en el fondo las mamás saben dónde trabajan pero se hacen las locas y esperan a que la niña siga manteniendo el hogar. (Aunque hay excepciones, y muchas trabajan sólo para vestirse y salir de rumba).


Tatiana todavía sueña con el príncipe azul disfrazado de cliente que la va a mantener, pero mientras eso sucede ella seguirá ahí, brindando placer a los que les gusta pagar, a los que buscan en la calle lo que en la casa no pueden tener, a los que les excita tener a una mujer obligada por miserables $40.000 mil pesos y a los que se relajan solamente con una masturbación paga. Tatiana se siente mal por el novio, se quieren, pero con el sueldo de él no pueden vivir ni darse los gustos que a ella le gusta darse. Me siento mal por ella, da lástima ver una niña tan linda desperdiciándose ahí, dice que no le gusta estudiar, que ya se acostumbró a tener plata sólo por sexo y que mientras termina una carrera y consigue trabajo es mucha la plata que deja de hacer en esa sala de masajes.
Hablé con Tatiana hasta que se me acabó el tiempo, no me quería ir, pero no iba a pagar otros $40.000 pesos para seguir hablando con ella. Muchos clientes ni siquiera buscan sexo, sino hablar y desahogarse de los problemas, me cuenta. Esta es la segunda casa de masajes en la que trabaja, de la primera la echaron por salir con un cliente a escondidas. Cuando salí de ese cuarto, vi a otro cliente sentado en el mismo sofá café escogiendo la presa; me abrieron la reja nuevamente, bajé las escalas y de nuevo estaba en la calle, aquella misma calle concurrida del Centro por la que tantas veces había pasado, con $40.000 pesos menos, pero con una historia para contar.

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