14-02-2008
, 09:24:03
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#3 |
Denunciante Bronce
| Lo estético se anteponía a la información y en algunas ocasiones lo que se anunciaba era indescifrable. Primaba la intención de deslumbrar la mirada con formas que se identificaran con la cultura psicodélica: collages con fotografías antiguas y coloreadas, diseños complicados en diferentes planos, dibujos simétricos, absurdos o sacados de los comix, que la mayoría de las veces poco tenían que ver con los grupos anunciados. La tipografía, sinuosa y fantástica, jugaba con el diseño de la imagen en el cartel, fundiéndose en muchos casos y siendo ella misma lo más psicodélico del conjunto o incluso siendo la verdadera protagonista. Pero en general, los carteles servían para transmitir, más que nada, la cualidad enérgica de la eléctricidad que salía por los altavoces, éstos eran psicodélicos al mismo nivel que lo era la propia música que anunciaban, que a la vez era casi tan alteradora de la mente como las mismas drogas que la habían inspirado. Los carteles, en su efervescencia y colorido, serían por un tiempo inseparables de la ropa chillona de los músicos o el publico y los light shows en los conciertos. Con el paso del tiempo, de forma paralela que en la música, esta estética entró en el mero cliché. Una vez apaciguada la primera ola de cratividad la “imagen psicodélica” había caido en la más burda comercialidad y era aplicada en todo lo imaginable: moda, publicidad, televisión, etc. Aunque quedó latente su supervivencia en los ámbitos underground -con cierto resurgir a finales de los 80 con el revival del garage y el rock psicodélico- es evidente que se perdió esa primera frescura tan difícil de emular.
__________________ Porque si viene por ti, Entonces viene por mi. Porque estare alli. Porque nos necesitamos uno al otro en la oscuridad Y si te aterroriza, Entonces me aterroriza |
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