Los Tres son el gran símbolo musical de los años '90 en Chile, y su rearticulación, en el año 2006, podría convertirlos también en una sociedad clásica, a la manera de
Los Jaivas. Si bien su sonido se concibió y desarrolló como el de una banda de rock, con el tiempo expandió las fronteras del género, pues ha explorado con elegancia también otras zonas —desconocidas o desvalorizadas— de nuestra tradición musical.
De la cueca a la balada, con algo de Nueva Ola y Nueva Canción Chilena, Los Tres han condensado en su casi decena de discos hasta ahora una mirada refinada sobre Chile y su pasado musical, con uno de los mejores sonidos logrados por una banda local desde los primeros ensayos criollos de rock. En la banda confluyó inicialmente el talento de cuatro instrumentistas de excepcional preparación, todos los cuales han mantenido destacadas carreras musicales tras la primera disolución del grupo, en mayo del año 2000.
En marzo del 2006 se anunció la reunión de tres de sus integrantes fundadores, con el fin de trabajar juntos un álbum nuevo que aparecería ese año con puro material original.
Inicios en Concepción
Parte de la esencia de Los Tres la explica su carácter provinciano, en el sentido de saltarse las convenciones capitalinas de lo que hasta entonces se entendía por una "carrera" en la música. El grupo nació en Concepción, a partir de la amistad que unía desde la adolescencia a
Álvaro Henríquez Petinelli (guitarra, voz),
Roberto Titae Lindl Romero (bajo) y
Francisco Molina Cornejo (batería); tres compañeros del colegio Charles de Gaulle. Su interés por la música fue siempre más profundo que el del promedio de jóvenes de su edad, y lo encauzaron desde muy temprano en bandas informales, como los Dick Stones (tambien con Gilles Marie, Rodolfo Lindl y Fernando Saavedra) y Los Escalímetros (con Henríquez,
Titae y el baterista Andrés Valdovinos); inspiradas ambas en el rocanrol más temprano. Hacia 1984, Henríquez y Lindl se reformularon bajo el nombre Los Ilegales, esta vez con Jorge
Yogui Alvarado en la guitarra (futuro líder de
Emociones Clandestinas). Tras ires y venires, la sociedad definitiva de los tres compañeros de colegio se afianzó cuando Lindl regresó de un año y medio de estudios musicales en Austria (donde llegó a trabajar con la Orquesta Sinfónica de Salzburgo y a formar su primer trío de jazz). Así, en marzo de 1987, Álvaro,
Titae y
Pancho se comprometieron a un trabajo profesional; y se bautizaron Los Tres, poco antes de un concierto en el gimnasio Lord Cochrane, de Concepción.
Sus primeros pasos musicales en Santiago (debutaron en 1987, en el Centro Cultural Mapocho) fueron más bien un "reconocimiento de terreno" pues los músicos no se concentraron sólo en la banda, sino que también en derroteros profesionales individuales.
Roberto Lindl se integró un tiempo como contrabajista de la Orquesta Sinfónica Juvenil, y
Álvaro Henríquez estrechó lazos con círculos de teatro (a través de los cuales llegó a participar del histórico montaje de Andrés Pérez para
La Negra Ester). Uno de sus primeros encargos en conjunto fue el de musicalizar la obra
Y Warhol (198
, de la compañía Teatro Provisorio, para la cual concibieron un
set inspirado en lo que ese pintor pop había trabajado en Nueva York con los Velvet Underground.
El impulso definitivo para el trío vino con la incorporación del guitarrista
Ángel Parra, un músico con una dilatada preparación instrumental (con estudios en París y California) y excepcionales vínculos creativos a través de su familia (es nieto de
Violeta Parra; y su padre, hermana, y varios tíos y primos han destacado en la música), que hasta entonces había trabajado en el circuito jazz. "Sabíamos que había
ene puntos de encuentro. El suyo es un estilo que habla por sí solo. Solos como el de 'Un amor violento' son cosas que ya teníamos integradas, pero que el Ángel sabía hacer mejor", explicaron más tarde. Con un nuevo guitarrista a bordo, ya no había excusas para la intermitencia. Aunque el nombre ya no era matemáticamente certero, Los Tres se ajustaron a partir de entonces como un grupo de grandes objetivos.
Primeros discos
La cotización del rock chileno apuntaba entonces a la baja, y las pocas bandas en funcionamiento (
Parkinson,
Anachena,
La Ley) mantenían todavía un cierto carácter
underground. Los malos recuerdos del fin del llamado “boom pop” de los años 80 hacían que ningún rockero local se atreviera a considerar la música como una profesión en serio. De hecho, el primer disco de Los Tres —presentado oficialmente el 4 de septiembre de 1991, en el restaurante "Le Trianon"— tomó un tiempo largo en ser tomado en cuenta por los medios, y eran los campus universitarios y uno que otro pub los únicos lugares en los que la banda podía mostrar su música. Muchos de los temas del álbum eran composiciones trabajadas por los penquistas durante su adolescencia, y que ya afirmaban el eje creativo que predominaría en adelante: Henríquez y Lindl en los créditos de composición musical, y Álvaro como único letrista. La delicadeza en la fusión de rocanrol, jazz y pop contenida en ese disco no podía mantenerse como un secreto por demasiado tiempo más. Primero el comentario de boca en boca, y luego el apoyo sistemático de la naciente radio Rock & Pop —que ubicó antes que ninguna otra el tema "La primera vez" en su parrilla regular— fue convirtiendo a Los Tres en un nombre popular. La difusión de "Somos tontos, no pesados", "He barrido el sol" y, sobre todo, "Un amor violento" puso al grupo en el camino definitivo del éxito.
Pasaron de Alerce a Sony Music, y publicaron entonces su primer disco con presupuesto profesional. Para
Se remata el siglo (1993) Los Tres contaron con un productor extranjero (el argentino Mario Breuer) y hasta un asesor de imagen. El lanzamiento del álbum, en la discoteque "Oz", tuvo carácter de acontecimiento social. Más rudos que los de su debut —llegaron a citar a AC/DC como una de sus influencias de entonces—, los temas "No sabes qué desperdicio tengo en el alma" o "Feliz de perder" sonaban como los de ningún otro grupo entonces en el país. Aunque fue el disco que facilitó el paso de Los Tres a un estatus masivo, los integrantes de la banda dirían más tarde que nunca quedaron conformes con la producción de Breuer: "Se nos hizo muy raro trabajar con un tipo que pretendía lograr una media entre nosotros y
La Ley".
Los Tres lograron cada vez mejores discos en la medida que fueron tomando el control completo de su música.
La espada y la pared (1995) fue el resultado de un enfoque más seguro, en el cual la banda aseguró un sonido emancipado al fin del de sus inspiradores. Aunque el disco contenía canciones que serían cumbres de su repertorio ("Déjate caer", "Tirate", "Te desheredo"), eligieron presentarlo con un tema ajeno, y no podrían haber ideado mejor estrategia. "Tu cariño se me va" era una vieja canción de
Buddy Richard, que la banda volvió a grabar con énfasis rockero y el propio autor (ausente hacía años de los medios) compartiendo micrófono con Henríquez. El experimento funcionó maravillosamente.
El single no salió de las parrillas radiales por varios meses, pero además ayudó a que Los Tres cruzaran desde su inicial seguimiento juvenil hacia el favoritismo de un público amplio. Además, instalaba de modo contundente su filosofía de trabajo musical como parte de una tradición que agitaba el presente sin dejar de mirar al pasado. La suya era una aproximación chilena al rock, que se atrevía a ubicar en un mismo lugar de reverencia a los Beatles,
Buddy Richard, Elvis Presley,
Violeta Parra y The Smiths.