¿Quién ha sembrado este fruto agrio, desapacible manjar sin fecha de caducidad? ¿Podría llamar desencanto a esta eterna dialéctica entre la realidad y el deseo? ¿O es uno mismo saboteador insospechado, quien dinamita la natural tendencia al sufrimiento?
Cuentan de uno que llegado al paraíso, no consiguió conciliarse con aquel cosmos benigno y en paz. Dicen que todo su rechazo no era sino búsqueda del camino de regreso a ciertos tormentos, a una patria en ruinas y solitaria. Porque es así como funciona la extraña economía de la perdición.