Un grupo de monjas estaba en el patio de la iglesia peleándose, a gritos, por subirse a una bicicleta:
“¡Yo, yo, sigo yo!”
“¡No, no, sigo yo!”
“¡Qué no, que sigo yo!”
En eso, llega la madre superiora y les advierte:
“Si se siguen peleando, le pongo el asiento a la bicicleta".