¡Oh angustia! sentir por dentro
De este infernal laberinto
La espuela cruel de un instinto
De algo que busco y no encuentro,
Caverna odiosa, y al centro
Luz que en vez de iluminarla
¿En dónde estás, ¡oh verdad!
Concierto de la anarquía,
Beldad de monstruosidades,
Sin que al surgir lo anonades?
¿En dónde estás, ¡oh hermosura!
Que de ti no más que el nombre
Diste a otro ser como el hombre,
De arcilla y de desventura;
Y el vivo rastro infelice
De otro eslabón que eternice
Pobre mujer, sea cual sea
Tu elevación o tu afrenta,
¡Quién habrá que hombre se sienta
Es mártir aún de sus dichas,
Y a las demás, entredichas
De desahogar sus desdichas.
Gente… y mas gente… y mas gente
¡Oh! qué triste es ver así
Que en el ser de cada uno
¡Dardo que nunca se embota,
Que la humanidad no agota,
La existencia a cada cual,
Genio insaciable del mal,
Demonio ¡sombra del hombre!
Di quién eres, di tu nombre
¿Eres la serpiente horrenda
Vio el escandinavo un día
Ciñendo el mundo tremenda?
Sus férreos anillos duros,
¡Hace en sus ejes seguros
¿No te basta el mundo? ¡Di!
¿Son pocos tantos millones
De la existencia un infierno,
¿Siempre que el hombre sea eterno,
Como él, eterno has de ser?
Preces y altares te alzó,
Y al Dios del bien lo negó
Y en ti a Dios reconocía;
Cual si con desdén profundo
Dios de su obra avergonzado
Hubiera en tu pro abdicado
El triste imperio del mundo.
¡Ah! ¿qué no tiene el Señor?
“Que a mi banquete os convida
Mi largueza.” Estremecida
Y el hombre nació… ¡y nació
Llorando el don de la vida!