¡Oh, qué misterio espantoso
Es este de mi existencia!
¡Revélame algo, conciencia!
En el ser de nuestro ser.
¿Por qué vine yo a nacer?
¿Quién a padecer me obliga?
¿Quién dio esa ley enemiga
A execrar la hora menguada
¿Por qué el mismo que lo ha impuesto
De él no me viene a librar?
¿Y he de tener que cargar
Un bien contra el cual protesto?
¡Alma! si vienes del Cielo,
Si allá viviste otra vida,
¿Cómo has perdido en el suelo
¿Cómo en tu lengua inmortal
No explicas al hombre rudo
Entre un Dios y un animal?
O si es que antes no exististe,
Y al abrir del mundo al sol
¿Qué crimen obrar pudiste?
¿Dó, contra quién, cómo y cuándo,
Que estuviste a Dios clamando
Que al hondo valle en que estás
Que para expiarlo llorando?
Pues cuanto ha sido y será
De Dios reside en la mente,
Tanto infortunio presente
Y ¿por qué, si en él está
Del bien la fuente suprema,
Un mundo en que oye gemir
Y un hombre que de él blasfema?
¿Cómo de un bien infinito
¿Por qué está de Dios proscrito
El que antes no le ofendió,
¡Por qué estoy donde estoy
Sin saber de dónde vengo,
Ciego a merced de horrorosa
Ni fin ni empiezo he traído
Hoy tal vez me oyen quejar
Del viento; en un cementerio
Lo mismo que hoy: ¡un misterio!
De pronto así cual soñando
En alta mar sorda y fuerte,
Entre la nada y la muerte
Me encuentro a oscuras bogando;
Sopla el tiempo, y ando, y ando,
Y otra voz me dice “cree”
O al menos, dudara menos;
Pero, a malos como a buenos
Que estamos de sombras llenos.