Jorge entra al bar y ve a Juan sentado en la barra con una sonrisa de oreja a oreja:
"¿Por qué la cara de felicidad?"
"Jorge, tengo que contártelo todo. Ayer estaba encerando mi barco, tan sólo encerándolo, cuando llega esa hermosa pelirroja, con las tetas hasta acá, y me dice: '¿Me das un paseo en tu barco?' Por supuesto, le dije, que te doy un paseito en mi barco. Y cuando estabamos allá, bien afuera, le dije: Elige: Mamar o nadar. Y la muchacha no sabía nadar, Jorge, ¡no sabía nadar!"
Al día siguiente, Jorge regresa al bar y ahí estaba Juan con una sonrisa aún mayor que la del día anterior.
"¿Y hoy, por qué estas tan contento, Juan?"
"¡Jorge, no me lo vas a creer! Hoy en la mañana estaba yo terminando de encerar mi barco, únicamente encerándolo, cuando llega esa hermosa rubia, con las tetas hasta acá, ¡Jorge, con las tetas hasta acá! Y me dice: '¿Me das un paseo en tu barco?' Claro que te paseo en mi barco, le contesté. La llevé bien afuera y cuando estabamos allá apagué el motor y la amenacé: Elige: Mamar o nadar. ¡Y la chica tampoco sabía nadar, Jorge, no sabía nadar!"
Pasan un par de días y Jorge entra otra vez al bar. Juan estaba llorando en la barra sobre una cerveza.
"¿Qué te pasa Juan? ¿Por qué estás así?"
"Jorge, a ti no te puedo esconder nada. Ayer estaba encerando nuevamente mi barco, solamente encerándolo, y se aparece esa estupenda morena. ¡Las tetas hasta acá!, y me dice: '¿Me das un paseo en tu barco?' Cuando quieras, nena, le dije. Y cuando estabamos allá, bien afuera, apagué el motor, le miré las tetas, ¡hasta acá las tenía, Jorge! y le dije: Elige: Mamar o nadar. La morena se baja la faldita y... ¡era un hombre! Un hombre grandotote y yo... ¡YO NO SÉ NADAR, NO SÉ NADAR!