Oh my God" -Oh mi Dios- fue la exclamación que le salió, desde lo más profundo, a Marcel Hagener, horas antes de viajar a Colombia para competir en 7Cerros-Medellín.
A quemarropa le dijeron: "vas para la capital mundial de los asesinatos". En ese momento, asegura, se le enfriaron las tripas y eso que es un deportista extremo que no se arruga por casi nada. "Casi me muero del susto; llegué a preguntarme para dónde voy, qué clase de locura iba a emprender".
Campeón mundial de aventura en 2005, este hombre de tez blanca, cabello ondulado color oro, 40 años, 1.80 metros de estatura, 78 kilos de peso, risueño y hasta chistoso, respiró profundo y se dijo: "aquí no hay reversa". A lo hecho, pecho.
Entonces, relata, llegó a Medellín donde, en dos días ha salido a las calles, de día y de noche, ha tenido contacto con la gente, ha chequeado periódicos y está feliz porque tomó la decisión correcta.
"Me encontré con gente que me ha contado cosas bonitas de Medellín que incluso las he podido ver. Y estoy conociendo una ciudad pacífica, verde, y de gente amable", señala con seguridad.
En su rostro, trajinado por las horas de exposición al sol en las últimas competencias internacionales, aún se aprecian las huellas de un largo viaje que empezó en Wellington, capital de Nueva Zelanda, y que necesitó de 46 horas para llegar a Medellín, máxime si se tiene en cuenta que nunca duerme en este tipo de desplazamientos aéreos.
"La ida a Los Ángeles duró 11 horas. Allí esperé 12 horas para abordar otro avión con destino a Miami. Luego fue el traslado a Medellín", cuenta.
En las dos ciudades estadounidenses le tocó pernoctar 24 horas. "En total fueron 46 horas de viaje. Más bravo que una carrera de aventura. Pero lo más duro fue buscar comida decente ya que en los aeropuertos no hay mucho y tratar de conciliar el sueño por ahí tirado en el piso o en un mueble", agrega.
Marcel, sin embargo, luce fresco, suelto, confiado, pese a que cuando se le pregunta si ha montado ya en carros de rodillos, una de las pruebas que tendrá que superar en 7Cerros, hace una mueca y entre risas trata de buscar una explicación, esa que superó horas más tarde cuando los probó: "Ufff, esto es una locura, son pesados, peligrosos, pero va a ser emocionante montar en eso".