No al despeje
Es el clamor de millones de colombianos. De los que han sufrido la opresión sádica, enferma y cruel de las Farc.
Andrés F. Arias


sábado, 18 de agosto de 2007
De los humillados, torturados, mutilados, extorsionados y desplazados por semejante fuerza mortal. De las víctimas humildes, pisoteados por la opulencia de un secretariado embriagado de vanidad. De los que entendimos que Farc-EP significa Fanatismo Asesino Ruinoso y Cruel: Enemigos del Pueblo.

Pero también es la súplica de los que sufrieron el terrorismo paramilitar. De los que todavía buscan sus familias en fosas comunes. De los que perdieron sus tierras expulsados por unas autodefensas abominables y monstruosas. Porque con sangre y dolor sufrieron lo inevitable: el brote del paramilitarismo mafioso y asesino para suplantar un Estado ausente y encerrado en Bogotá; paramilitarismo tan cruel y tan criminal como las guerrillas.

Y es también el grito de los que entendimos que zonas despejadas son zonas de coca, zonas de miseria, zonas de minas quiebrapatas, zonas para el tráfico de armas y de seres humanos. Y, por ende, también es el grito de las familias de miles y miles de policías y soldados que han muerto por los fusiles que se compraron con coca. Y de todas las familias de quienes cayeron por Pablo Escobar. Y de los que todavía mueren por los “chupetas”, los “jabones” y esa colección de mafiosos colombianos.

Pero, especialmente, NO AL DESPEJE es el ruego de millones de campesinos colombianos que necesitan de la Fuerza Pública para poder preparar sus tierras, sembrarlas, cultivarlas y cosecharlas, pues, de lo contrario, los señores del terror los aplastan, los azotan y los destierran. Es la imploración del agricultor y del ganadero que no quieren perder su finca, su jornal y su única forma de sostener la familia. Es el clamor de millones de habitantes de las zonas rurales colombianas que quieren permanecer allí: en el campo.

NO AL DESPEJE es el grito de quienes en los últimos cinco años entendimos que sin seguridad no hay empleo, no hay progreso, no hay inversión social, no hay paz, no hay tranquilidad, no hay futuro. De los que sabemos que sólo con autoridad y orden de la Fuerza Pública legítima se obtiene la paz. De los que no queremos transar por nada del mundo la Seguridad Democrática porque aún recordamos la horrible noche, cuando muy pocos colombianos, sólo unos pocos privilegiados en las grandes ciudades, se sentían seguros. Es decir, el grito de la inmensa mayoría de colombianos.

Total solidaridad con el dolor de las familias de los secuestrados que claman angustiadas por una solución. Pero ésta no puede traducirse en un Estado claudicante y débil, exponiendo a miles de compatriotas más al yugo terrorista y criminal de las Farc. Esos delincuentes siempre responderán a cualquier gesto generoso con más terror. Por ejemplo, asesinando a sangre fría a los diputados del Valle después de la liberación de varios de sus secuaces por parte del Gobierno.

Total solidaridad con nuestros hermanos vallecaucanos, especialmente con los de Florida y Pradera, angustiados por la presión de unas pocas minorías, entre ellas la minoría terrorista y bufona de las Farc, por un despeje de esos municipios. Por nuestros campesinos, por la prevalencia del Estado, por la libertad y por la vida: ¡Jamás al despeje de Florida y Pradera!

*Ministro de Agricultura y Desarrollo Rural.