La noche se despedida de un caluroso día, esos días tropicales que tanto agobian, la gente ya se ocultaba en sus refugios, los "otros" salían a devorarse la noche y todo lo que esta guarda. El se encontraba en la vieja taberna rodeado de unas cuantas cervezas que le saciaban la sed, a su alrededor los mismos perros de siempre, perros callejeros, una ultima cerveza y el se lanzaba a la salvaje urbe, donde las ratas y los sagaces perros se lían en una batalla a muerte por la sobre vivencia. A su lejos ve una rata sola, no hay perro que la azore, se acerca como una sombra, como un espíritu que nadie escucha; le pide fuego para un cigarrillo, con sabor a victoria y a sangre, la rata lo mira con una gélida expresión, pero para la rata ya es muy tarde, ya la sangre brota de su abdomen, mientras el filo plateado sale de su cuerpo, la rata se traga su sangre mientas veía como el se reía vilmente y disfrutaba como la sangre de la rata emanaba bajo la luz de la luna llena.
El era uno menos del sistema, nadie lo conocía, nadie preguntaba por el, vivía en los suburbios de la ciudad, donde a nadie le importaba un rábano lo que hicieran o dejaran de hacer los demás, ya que casi siempre saber mucho era poner en riesgo la vida. El había vivido varias vidas, había conocido todas las clases que marcan nuestra sociedad, habia bajado varias veces a hacerle la visita a buziraco, pero nunca se habia quedado alla abajo. El sabia que ya no era parte del sistema, sus ideas ya no funcionaban bajo una moral establecida, pues el consideraba haber nacido antes de que las palabras describieran las cosas.
Era un ser sombrío, con miles de inviernos en su vida, con un rostro vampiresco que se desvanecía con la mirada de otros, su piel había resistido todos los golpes del mundo, su alma era un infierno perenne que se avivaba cada que corría sangre por sus manos. Sus enemigos salvajes eran sus únicos amigos, ya que disfrutaba cazando y siendo cazado, se le escapaba a la parca cada que podía, dicen que esta ya no le seguía mas los pasos. Arrastrado por el olvido del mundo amanecía cada día pensando morir por la tarde, pero para su desgracia cuando se escondía la luna, su corazón inexplicablemente seguía latiendo.