Cumplí el plan que describí en mi anterior escrito que el bueno del @eddievoleibol supo definir como una «diatriba a la soledad», ¡ajo!: asistir a una función matinal de estreno de «El paseo 7», ayer 25 de diciembre.

Como bien lo expreso en el título, es la primera ocasión que tuve de asistir a una fecha de inauguración de una película en cartelera. De igual forma es mi primera entrega de «El paseo» y, por mis sensaciones durante y después de la proyección, mi sentido arácnido me dice que esta decisión ha sido la más indicada.



Lo que quiero decir, estimados lectores, es que disfruté con la vaina. Pues en vista de los comentarios que le «tiran» sin misericordia a esta serie de largometrajes, no sé muy bien si decir: salgo en defensa de la obra de Dago… O simplemente que, por un asunto de pura suerte, me topé con este producto audiovisual que logró dejarme buenas sensaciones (Mi avatar actual corresponde a «El abrazo de la serpiente», magnífica obra que fuera producida por, sí, el señor García. También se craneó la gran serie de Netflix «La primera vez», a la que le dediqué otro excepcional posteo).

¿Es este un inesperado arranque patriótico reivindicando el cine colombiano, el cual según un informe de no me acuerdo cuál entidad tuvo una lamentable taquilla esta temporada que se nos va? ¿Se trata de la expresión de un sentimiento de culpa por unirme en otras ocasiones al coro de «inquisidores de internet», que están convencidos de que Dago García es un cáncer que sigue haciendo metástasis dentro de la producción fílmica nacional?



Nada de esto. Quise vivenciar lo que es asistir a un multiplex un lunes festivo 25 de diciembre, por la mañana, animado por la posibilidad de encontrarme solo solito solo en medio de las penumbras y de aquellas butacas vacías por estar yo convencido de que se trataba de «El paseo» (no resultó así. Igual, el aforo resultó poco, afortunadamente para mí).

Bueno, y después de cinco meses, ¡cinco meses, por Dios!, regresé a un cine. La experiencia entonces me resultó lo suficientemente placentera desde el lado artístico, hasta el punto de querer repetirme la movie en pantalla grande y, de paso, animarme a desatrasarme de las demás historias de «El paseo». Creo que es muy probable que dentro de poco pasen «El paseo 7» por el Canal Caracol o bien la suban a Netflix, teniendo en cuenta que en esta plataforma de streaming las tres partes inmediatamente anteriores se encuentran disponibles en la actualidad.



Sin embargo, no es lo mismo tratar de detallar lo mejor que podás al frente de una gran pantalla los cuerpos de las actrices (incluyendo a la señora intérprete Bárbara Perea, negrota catana de maravillosas tetas), que en un computador de escritorio ya rancio o en un televisor anterior al primer año del siglo XXI (es lo que hay aquí en casa, y no me da pena decirlo).

Esto es de lo mejor, a mi gusto, que tiene la película: el repertorio corporal en vestido de baño que ofrecen Paula Estrada (Doris, la hija del matrimonio Cabello conformado por Enrique y Fanny), Liliana González (la tía Ines, la que se ve más buena a mi parecer) y Sharik Abusaid (interpreta a una estadounidense llamada Jane). Me quedé con las ganas de contemplar en swimwear a Valentina Vidarte cuyo rol es el de una camarógrafa, pero de la cual intuyo que se manda tronco ‘e cuerpazo, marica. Aida Morales, la señora Fanny de Cabello en el filme, se deja notar muy rica a mi criterio así no use bikini, y sumado a este interesantísimo dato está su talento histriónico el cual resulta de los mejores –sino el más destacado- dentro de la historia de «El paseo 7».



Liliana González, la tía Inés en «El paseo 7». Excelente casting

Otro de los destacables de esta propuesta cómica es el acierto que, a juicio personal, logró Dago García concibiendo el guion como el proyecto de un trabajo documental audiovisual acerca de El paseo de olla o Paseo de río, emprendido por el personaje de la camarógrafa citado en el párrafo anterior y Daniel, el entrevistador y narrador bastante bien encauzado por David Trejos.

Me parece conmovedora (a continuación, un pequeño spoiler), la escena en donde el documentalista Daniel le explica a Rubén (Julio Pachón), el padre de Enrique Cabello y por tanto suegro de Fanny, que con lo que están filmando intentan participar en algún festival o en su defecto obtener algún rédito económico. Estoy convencido de que Dago García incluyó metódicamente esas líneas como sutil reconocimiento a esos innumerables realizadores «invisibles» o independientes, las cuales también pueden funcionar como testigo del trabajo que significa llevar una de estas ideas desde la imaginación hasta la realidad (lo he vivido en carne propia, y tengo ganas de retomar aquella «aventura»). En últimas, un detallazo.



Fotograma de «El paseo 7» donde aparecen la camarógrafa; Mark, uno de los «gringos»; Doris, la hija de los Cabello, y Anacleta, la gallina


Un acierto más con el que cuenta «El paseo 7», es el gesto técnico en estado de gracia logrado en su fotografía y musicalización. En cuanto al primer ítem, las imágenes resultaron muy bien logradas de una parte del altiplano cundiboyacense en su majestuoso verdor como de las largas autovías. Y en especial, lo fueron de aquellos bellos charcos de la población de Bagazal cercana al municipio de Villeta (Cundinamarca): de verdad que me dan muchas ganas disfrutando esas secuencias, de volver a darme unos buenos chapuzones y disfrutar del entorno natural en algún sitio similar.

Y es que llegar hasta estos planos tuvo su merequeteque, oye. De acuerdo con información del sitio web produ.com de la cual logré extraer el dato de estas locaciones de la película, varios camiones y otros vehículos estuvieron implicados en la producción de estas escenas exteriores que igual contó con la colaboración de alrededor de 50 personas encargadas de la utilería y del crew. Por otro lado, el reto de filmar con luz natural supuso para el equipo otro desafío considerable que por el resultado final se logró sortear con clamoroso éxito.



Estas son las hermosas aguas fluviales en Villeta (Cundinamarca) -la tierra de la panela-, donde se filmó la mayor parte de «El paseo 7»


Varias de, sino todas las canciones usadas en «El paseo 7», me hicieron tanto cantar como moverse en mi silla. No las ando escuchando a cada rato, pero por mi crianza musical, porque me llegan al alma tan fácil como mantequilla al pan, y tal vez también debido a la parte de mi ascendencia que corresponde a lo caribe, es que el soundtrack del largometraje me resulta uno de los más familiares y complacientes de gozar. ¡Ajá! Y e’ pe’sonaje protagoni’ta de la historia, Enrique Cabello (Víctor Hugo Trespalacios), es un paisano de mi madre y del compa’e eddievoleibol, ¡eche! Y e’te e’ un motivo po’ el cual también me mueve el sentimiento e’ta produsióm, y que me dan mij ganas de mamá ron, ¡no joda!

Equilibrando la balanza, no todo es vino y rosas dentro de la séptima parte de «El paseo», por supuesto. Aunque tampoco es que me vaya a poner de súper quejumbroso porque sinceramente, considero que la peli no tiene muchos «debes» como dicen los argentinos, teniendo en cuenta el contexto de dónde proviene y en el cual se desarrolla su contenido. Podemos empezar aquí por algunas líneas del guion y escenas que tienen un sabor a bobaliconas y a preestablecidas, que aquí sí estoy de acuerdo con las opiniones que dicen que este resulta un humor típico de «Sábados felices» y de, en general, los llamados cuentachistes.



Los tópicos de la comunicación y las relaciones entre colombianos y «americanos», pueden ser uno de los aspectos graciosos o detestables de «El paseo 7», a según

Muy verraco encontrar dentro de alternativas de entretenimiento como de las que habla estas líneas algún trazo de comicidad al estilo, pongo un ejemplo, de Ricky Gervais con sus shows de stand ups estilo «Armageddon» (anoche me lo vi en Netflix. Me resultó genial). Aquí, los comentarios y referencias son de un estilo totalmente contrario al espíritu predominantemente tradicional, enraizado en costumbres de la España clásica que nos conquistó, que se dejarán ver hasta el final de los tiempos en la mayoría de producciones fílmicas y de otros formatos de comedia colombiana.

Y me parece que, al fin, estoy empezando a entender que no significa un retraso o un motivo de vergüenza el que se sigan prefiriendo estas fórmulas en creaciones como la franquicia de «El paseo» y similares. Igualmente, me niego a aceptar que estas filmaciones son una muestra de «nuestra idiosincrasia», puesto que es lógico que la formación, los intereses y los ideales de los individuos que se acercan a una obra no son un compacto homogéneo (felizmente). Porque como bien lo deja intuir Ricky Gervais al final de su, en mi opinión brillante “Armageddon», no podemos controlar nuestros pensamientos, y hay cosas de las que nos reímos sabiendo que conllevan aspectos como la falta de sensibilidad.

Solo me queda agradecerles su tiempo al ponerle atención a todo esto, que yo sé que por acá la lectura no es una actividad predominante en el foro. ¡Pero aquí sigo, manada de iguazos! Les deseo buenos chapuzones, buen traguito y, por qué no, buenas culeaditas, en alguno de los ensoñadores charcos de nuestra amada Colombia. ¡Vámonos de paseo, juemadre!



SOYADO