Denunciante Dorado
 |  Mi tema # 600: Anti especial «Día del Amor y la Amistad»; pues aquí no leerás maricadas habituales
Calificación: de
5,00
 | ¡Qué cuento de Día del Amor y la Amistad! ¡Pura mierda! Si has tenido los cojones de entrar a este posteo; si has buscado por la web alguna diatriba sincera contra esta maldita celebración que me la paso por el culo, has llegado al lugar indicado.  Bienvenido a este venenoso oasis en donde el resentimiento permanente, el interés calculado, la lujuria desaforada, la hipocresía galante, las palabritas chimbas y canalladas afines tendrán su merecido reconocimiento. Porque, señores, y paradoja de la vida donde las haya: todos estos nombrados actos, que tradicionalmente se consideran una bajeza por parte nuestra… son indispensables para la subsistencia. Al menos en nuestra desilusionada y perdida cultura occidental.  Detallemos lo siguiente. El resentimiento permanente, convenientemente disimulado, hace que en teoría busques mejores horizontes en donde te sientas mejor valorado. El interés calculado, como si se tratara de una lección de Maquiavelo, logra que un grupo se beneficie en términos generales cuando en realidad cada uno de sus integrantes opera en pro de sus personales deseos.  La lujuria desaforada puede verse muy bien encubierta si la «perfumamos» con dosis de ternura, una atención suficiente, elogios meticulosos y… si los implicados están de acuerdo con las reglas del juego, podrían gozar de un sublime momento carnal. Que es tan destacable como una sesión de lectura de poesía en la que realmente uno se sumerja.  De la hipocresía galante recuerdo más o menos la referencia que hizo algún filósofo, aunque aclaro, el adjetivo lo he puesto yo; que el tipo solo nombraba la hipocresía, considerándola algo así como el lubricante esencial de nuestras interacciones. Ya ven que estoy parafraseando. Y en cuanto a las palabritas chimbas, pues… cumplen idéntica función como los elogios meticulosos que nos hace inventar la arrechera más hijueputa sazonada con una pizca de razón: enredar al prójimo como este nos enreda a nosotros para que, en últimas, no nos saquemos la mierda entre los dos y evitemos alguna desventurada escena de lucha de viejas poseídas por la ira arrancándose hasta los pelos de la cuca.  Quizá de lo poco a lo que le veo algún sentido a estas ridículas fechas, es el comercio que generan innumerables gentes quienes esperan vender alguna cosita para tener con qué comer. Puede ser un osito de peluche descolorido y deshilachado, alguna dalia negra a punto de marchitarse, una cajita de bombones que esté medio derretida y se ha convertido en pasto de hormigas, una tarjeta tipo Timoteo con la palabra «Hamor», da igual: esa gente tiene derecho a tratar de sacarle algún provecho a esta melosería impostada a la que nos obligan desde los rincones más diversos de este universo de incordios.
Como los empresarios de moteles, ya que estamos. Hace una semana leí un titular de El Tiempo en el que algunos duros de este sector de la economía le rogaban al público que “reavivaran su amor”, no les hablo paja. En otras palabras: que se fueran a culiar en masa que al parecer las cuentas no les están cuadrando.  Vean ustedes; ya como que la sociedad no se está echando tanto alguna canita al aire como otrora, ¡hasta en eso esta era se está yendo pal carajo! Y es que, hombre, uno como que comprende la situación: la cosa tal y como explican eminentes científicos sociales no está para tener a la oficial y a la querida. O se aburre más tarde o más temprano con su vaca muerta que le aguanta todas sus malparideces porque sí o porque no, o se aburre más tarde o más temprano con la que usted le mete la lengua hasta en el… ano, sí, ja, ja, ja, para que me rime.  Los felicito si han llegado hasta este punto de mi escrito, del que puedo decir que a esta altura puede saber más desabrido que el jugo de tomate de árbol de ayer que bebo en estos instantes. Ni el hielo le ayuda a adquirir alguna sabrosura. Y es que este Día del Amor y la Amistad es eso para mí en últimas: un jugo de tomate de árbol pasado.
Hace algunas temporadas, no les voy a mentir, la dizque esta celebración me animaba bastante y me sabía lo más de bien. Precisamente como un jugo de tomate de árbol recién hecho, y con hielo, mejor. Pero a medida que los desencantos han oxidado mi alma volviéndola confusa, desconfiada y pragmática (mejor dicho, que me he vuelto un malparido un poco más sofisticado), la vaina se me convirtió en el Día de la Friend Zone y la A-amistad… Sí, leyeron bien lo último: A-amistad significa sin amistad, que el prefijo A significa carencia, falta, mochada de algo. La Friend Zone pues, ustedes ya saben lo que significa: que no me quieren dar amor, ni puedo yo dar amor. «Y mudo quedé porque no tengo a quien, decirle amor, amor amor, amor amor, amooor», cantaba Javiercito Vásquez. Pero claro: usted a pesar de mi sugerencia preliminar de estas líneas puede que haya caído aquí por curiosidad, porque no tenía nada qué hacer… Porque, de todas maneras, usted sí está pasando (supuestamente), lo más de bueno su Día del Amor y la Amistad: enviando y recibiendo mensajes por doquier, compartiendo dulces, alistándose pa la clavada que le va a pegar a esa vaquita que tiene por ahí amarrada… (nótese que no me he referido a su pareja; así de mal pensado soy). Bien por usted, lo felicito.  En serio. Bacano que se siente en las nubes participando de toda esta pendejada que, a la hora del té, no va a valer para nada el día de mañana. Bacano por usted que tiene su arrocito en bajo y se la está machacando hasta que el destino los obligue a separarse. A menos, claro está, que sea de esos polvos que trascienden las edades, y esa cachondez genuina que sienten el uno al otro los acompañe hasta que Ms. Death venga a reclamarnos a su presencia.
Bacano en últimas que, TODOS USTEDES, malditos, apreciados parceros de Denunciando, le hayan dedicado un poco de su tiempo a atender a este escritorzuelo que los odia, los ama, los amodia. ¡Váyanse todos pa la mierda! ¡Los quiero mucho!  Por Soyado
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