Cada cual defiende lo suyo porque es la única manera de que los tengan en cuenta. Esto es válido para los extremos. Tanto los de derecha como los de izquierda tienen su evangelio y su dios y cuando sus enredos lo vuelven terrenal y sus dogmas se caen por el piso, lo defienden con garras y colmillos porque si el dios cae, ellos regresan al oscuro anonimato.

Hace poco tiempo, Uribe era el intocable, el mejor presidente de la historia. Hoy, cuando sus tropelías salen a la luz y engrosa la lista de los delincuentes de cuello blanco, aún lo defienden como si se les fuera la vida en ella. Igual sucede con Petro y seguirá con los futuros caudillos que surjan en el futuro.

Nuestras gentes, para sobrevivir necesitan mitos que los unan, como sucedió con la religión. Cuando estos desaparecen, la sensación de soledad y orfandad es terrible para el individuo, por eso necesita creer en el mito y defenderlo porque haciéndolo se defiende a sí mismo de ser simplemente un mediocre al que nadie le importa,