En contraposición nos encontramos a China, un régimen comunista en lo político y capitalista en lo económico que se erige como la gran superpotencia del S. XXI.

Gracias a Deng Xiaoping, se abandonó la ortodoxia maoísta y con pragmatismo se abrió al capitalismo sin abandonar la dictadura de partido único que gobierna férreamente desde 1949.

Pronto será el país más poderoso de la tierra en detrimento de la democracia occidental imponiendo su régimen a través de múltiples formas (económica, cultural, política) sin excluir la militar que con ferocidad acaba de exhibir en las costas de Taiwán.

Lo peor del cuento: nos vende una imagen edulcorada de su régimen dictatorial, en otras palabras, el lobo comunista disfrazado de oveja capitalista.