Ideada desde su guión como una crítica acérrima al estilo de vida norteamericano surgido en los años 80, la película Un día de furia hizo hincapié en la vida cotidiana de un hombre de clase media-alta que enfrenta sus días yendo del trabajo a la casa, al estilo de un hámster dentro de una rueda.
Para esta ocasión, el responsable de interpretar el rol principal llamado William Foster fue el actor Michael Douglas. Este debió trabajar en un papel bien chato, que no se saliera de sus gestos y que luciera el uniforme de oficina sin ningún tipo de encanto. Tenía unos anteojos antiguos y lapiceras en su camisa.
Después de vivir una serie de acontecimientos poco felices, queda atascado de camino hacia un lugar y emprende unas acciones que cambiarán su vida para siempre.
Por otro lado, la contraparte de este ciudadano común y corriente que se volverá en una suerte de estallido social, se encuentra un policía interpretado por Rovert Duvall, bajo el nombre de Prendergast.
Se trata de un oficial retirado que inicia los trámites para jubilarse pero todo esto quedará en el pasado pues deberá poner manos a la obra para acomodar su vida, tarea para nada fácil.
Sucede que su esposa tiene una depresión debido a la pérdida de la hija en común que dejó este mundo cuando era tan solo una niña.
Un buen día tiene pensado irse a pescar pero tiene que atender el asunto ateniente al hombre que altera el orden de esta ciudad y que ha salido de su calma por un instante que será eterno para muchos.
Paso a paso, Douglas irá haciendo de las suyas mientras que el policía lo investigará a la par. Se construye una analogía en común que los identificará en más de una oportunidad, hasta que se encuentran en un momento que no es otro que el final del día.
Un día de furia habla del estrés de la vida moderna y las vicisitudes de un hombre que se siente agobiado por las situaciones que debe enfrentar en su cotidiano, tanto de su trabajo como de la sociedad.