A veces, creo que la vida me sonríe, pero solo se está riendo de mí.
Por qué cuando me elevo siempre termina arrojándome al suelo.
Una caída estrepitosa...
Esa sombra que convierte un día de sol en tormenta, pone dinamita en cada poro de tu piel.
No hay misericordia.
Ni miradas compasivas.
Solo un látigo dispuesto a castigarme cada vez que respiro.
Ya no hay suspiros, solo agonizo.