La ley busca reestablecer la armonía social. Cuando no se cumple sobreviene el caos y la sociedad misma paga las consecuencias. Es cuando se impone la ley del más fuerte y llegan los abusos, la violencia desmedida y se derrumban los cimientos de la convivencia.

¿Quién determina si se violó la ley y cuál es el responsable? Un tercero a los protagonistas de la violen cia: el juez. Yerre o acierte, la sociedad ha depositado en sus manos el más alto honor que le cabe a su ser humano, juzgar a sus semejantes.

Infortunadamente, los crímenes sobrepasan al número de jueces y la impunidad crece socavando la sociedad misma. Hay que aumentar la eficiencia y el número de jueces, pero sobre todo, la educación en los valores desde temprana edad es lo que dará mejor resultado.

Hay que castigar, sí, porque es la sociedad la que debe defenderse de los que pretenden quebrar sus principios, pero ante todo hay que educar que es lo que se les olvida a los gobernantes que creen que reprimiendo es la única manera de reestablecer el orden social.

Lo que no se puede permitir, bajo ningún aspecto es que el Estado mismo sea el propiciador de la violencia. Pierde legitimidad, se socava la democracia y se instaura la rebeldía, provocando el caos que al final perjudicará a todos.

Por ello a los servidores públicos es a quién se les debe exigir mucho más el cumplimiento de la ley porque son ellos sus representantes. Es mucho más grave un policía delinquiendo que un simple ciudadano. De ahí que la severidad sea mayor porque están en juego las instituciones sobre las que se edifica una sociedad.

Cuando la violencia estatal se vuelve norma, la sociedad busca defenderse y voltea sus ojos a quién le garantice sus derechos. Este es terreno fértil para el populismo de todos los pelambres y se escogen hombres providenciales que al final se convierten en autócratas al depositarse en ellos todos los poderes.

Violencia, corrupción, inequidad son el caldo de cultivo de los Petros y los Uribes. La idea es que el tiempo de los guerreros le dé paso al de los estadistas. Los unos solucionan los problemas del momento. Los otros, avizoran el porvenir y preparan a la sociedad para mayores logros.

Al parecer no estamos preparados y en las elecciones que se avecinan tendremos que escoger entre un hombre de pocas capacidades y un inepto que posa de mesías, cuya soberbia le hará tomar malas decisiones en perjuicio de la sociedad que pretende salvar.

El desastre está servido.