Aquí está la fruta para que la arranquen los cuervos.
Para que la lluvia la tome, para que el viento la aspire
Para que el sol la pudra, para que los árboles la dejen caer.
Esta es una extraña y amarga cosecha.
Al terminar la canción el foco se apagó. Y Billie, que había hecho su interpretación de un modo tan desgarrado como real, salió de allí corriendo. Según algunos biógrafos acudió al baño, para vomitar por los nervios y la impresión. Habían sido solo tres minutos, pero había sido un momento para la historia. Había cantado el himno que le acompañaría siempre y pasaría a la posterioridad por ser una de las más importantes manifestaciones artísticas de la lucha contra el racismo.