Algo me llama la atención. Es obvio que para saber en qué sitio se encontraba el grupo guerrillero, el ejército debió recoger información en el lugar durante varios meses y a través de variadas fuentes, desde habitantes de los alrededores hasta infiltrados, estableciendo el mejor momento para realizar el bombardeo.

No es creíble y eso lo estudiarán las autoridades encargadas de establecer las posibles responsabilidades de las fuerzas del orden en la muerte de los menores, que el ejército no se hubiera enterado de los reclutamientos forzados de los niños y su presencia en el lugar del bombardeo.

¿Un mal menor? ¿Daños colaterales? Lo cierto es que el afán de conseguir resultados ante una opinión pública escéptica los llevó a realizar el operativo militar sin medir las consecuencias.

En la guerra todo se vale, desde el perverso reclutamiento de menores de los grupos armados delincuenciales hasta el bombardeo indiscriminado de las fuerzas del orden. ¿Y las víctimas? Siempre serán los menos favorecidos, convertidos en carne de cañón.