  Denunciante Leyenda
 |  Un príncipe en Nueva York 2, regresando a Zamunda con toda la realeza (sin spoilers)
Calificación: de
5,00
 | En 1988, John Landis nos traía la comedía Un Príncipe en Nueva York, donde el heredero al trono de un reino africano decide ir a los Estados Unidos a encontrar el verdadero amor, sin importar las consecuencias que pueda tener al estar en contra de la tradición de su país y su padre, el rey. 33 años después nos llega la secuela ¿Es digna de estar en el trono?
A casi de cumplir 60 años, Eddie Murphy regresa después de Yo soy Dolemite (2019) y no viene solo, sino con su pareja de la primera parte, el cómico y presentador Arsenio Hall. Retoman sus papeles de Akeem y Semmi. El argumento no es novedoso y tiene ciertas semejanzas con la primera parte. Akeem se entera que tiene un hijo ilegitimo y para mantener la paz con una nación vecina, decide ir a buscarlo y prepararlo para que sea su heredero; a pesar de su hija mayor, Meeka (sí, el nombre del protagonista, escrito al contrario) se ha preparado toda la vida para gobernar. Este es una de las tramas que acompañan la película, además del choque cultural del hijo encontrado, joven, sin trabajo y sin dinero que de repente se convierte en príncipe.
Vamos con las cosas buenas y la primera es el humor. Es una comedia para reír y pasarla bien, no hay chistes de golpes o escatológicos tan comunes en las películas de hoy en día. Los comentarios y las frases son muy bien construidas, inteligentes y no temen caer en lo políticamente incorrecto. Se rompe en varios momentos la cuarta pared y amerita que trata al espectador como una persona que sabe a lo que va.
A pesar que los escenarios no son tan deslumbrantes como en su primera parte, son decentes; y el color de los vestuarios y los peinados son increíbles: llamativos, pomposos sin llegar a ser ridículos, son elegantes y dan la sensación de alta variedad sin importar le escena.
Los actores hacen un excelente trabajo. No sólo Murphy, que se nota que tiene el personaje en las venas. Jermaine Fowler, que hace de su hijo, Lavelle; se compromete en su papel y hace creíble la situación de su cambio social. Lesli Jones (la madre de Lavelle) se roba las escenas y opaca a sus compañeras actrices. Wesley Snipes (General Izzi) es sorprendente y se llega a simpatizar con él, a pesar de ser una especie de antagonista. También regresamos con los papeles disfrazados de Eddie y Arsenio: los ancianos de la barbería, el reverendo y otras sorpresas, qué al final de película, quieres más de ellos. No se puede decir que hay cameos, lo importante es que respeta a los actores de la original, y eso esboza más que una sonrisa.
Por el contrario, hay personajes que sobran y aportan poco a la trama, o bien, pudieron haberse aprovechado mejor. Se quedan cortos y da la sensación que quisieron abarcar mucho con poco. Es el caso de Tracy Morgan, que aparece poco, y cuando lo hace, lo hace muy bien. Así como las escenas entre Murphy y Hall, que pudieron ser más. Otro punto no tan positivo, son los efectos digitales, son flojos y en la postproducción no fueron cuidadosos para hacerlos pasar como reales, afortunadamente, no son muchos. Por último, hay fallos en el montaje y eso crea que un par de escenas no aparezcan y las situaciones se hayan solucionado fuera de pantalla.
En conclusión, es una comedia distinta que vale la pena ver, sigue la secuencia lógica de la primera parte y es bueno repetirla porque hay muchas cosas que están escondidas, y sólo viéndola en conjunto con la de hace 33 años, puede llegar a ser más disfrutable.
Master
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