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Antiguo 23-11-2020 , 18:00:56   #5
todotuyo
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Predeterminado Respuesta: Que pequeño es el mundo mama

parte 5
- ¡Serás golfo! ¿No has tenido bastante con hacer que me desnude y ahora quieres tocarme las tetas?
-
Coloqué ambas manos en cada uno de sus pechos. Efectivamente eran más duros de lo que cabría esperar en una mujer de su edad.
- Ufff. ¡Pues si mamá!, ¡Que tetas más ricas tienes! ¡Con razón tienes enchochados a tus citas!, no quiero ni imaginar lo que deben de gozar sobándote.
- ¡Qué cosas dices!
Mis manos transitaron de simplemente palpar, a acariciar lascivamente, con especial dedicación a los pezones.
- Suave… que los tengo muy sensibles…
- ¿Sensibles?, ¡se están poniendo duros como piedras y eso que los cubre el sujetador!
Me alejé unos centímetros y pude ver como despuntaban bajo la tela del sujetador de una forma insólita.
-Ufff, me están dando ganas de mamártelos.
Me las arreglé para desabrocharle el sujetador. Sus pechos se mantuvieron casi tan erguidos como con él. Alucinando viendo aquellos pezones tan rígidos.
Ambos de pie en el salón, bajé la cabeza y procedí a lamérselos de forma lasciva.
- Ufff. ¡Joder que buena que estás!
- Mmm, despacio, mmm
Se los mamé como si fuera lactante, mientras con una mano comencé a acariciarle el culo por encima de la lencería. El tacto de sus medias me provocaba un morbo brutal.
- ¿No crees que te estás pasando un poquito, hijo mío? Creo que me estás tocando de más… ja, ja, ja.
- Tranquila, mamá. Es simple curiosidad, tampoco es para tanto. –En esos momentos mi mano se había adentrado bajo sus pantis y braguitas, alucinado con el contraste entre el calor de su cuerpo, y lo frio de su culo-
- Tienes el culo helado, mamá.
- ¿No será que tú tienes la mano ardiendo? Y… ¿Quién te ha dado permiso para sobármelo? –Mi mano hizo caso omiso a eso y prosiguió bajo la lencería palpando y sobando ese culo tan procaz y frio-
- ¿Te has cansado ya de sobarme? Imagino que ya se te habrá deshinchado tu cosa. –Dijo, sabiendo perfectamente que no-
- No se… toca a ver. –la animé-
Mirándome a la cara y con una sonrisa lasciva, bajó la mano y me palpó la erección por encima del slip.
- Ufff. Para mí que la tienes más dura ahora.
- Es que estas muy buena. No puedo evitarlo. No puedes ni imaginar las ganas que me están dando de metértela.
- ¿Metérmela? ¿Quién te ha dicho a ti que te voy a dejar?
- Vamos a ver… soy tu cita… te he invitado a comer. estás en mi casa… y te puedo regalar toda la lencería que desees…
- Ja, ja, ja. ¿Mi cita? ¿no me estarás chantajeando con contárselo a papá?
- Nooooooooo. ¿Cómo puedes pensar eso?, pero… ¡si hiciera falta para poder metértela! ¡lo haría!
- ¡Pero bueno! ¡Serias capaz de chantajear a tu propia madre!
- ¿Para poder metértela? ¡Si!
- Cría cuervos…
- Y te la meterán. –terminé el refrán-
- Ja, ja, ja.
Obviamente, viendo la erección de sus pezones y algún que otro gemido mientras la sobaba, era ridículo pensar en estaba siendo víctima de un chantaje, ya que su excitación era tan manifiesta como la erección de mi miembro.
- ¿Sabes una cosa? Lorenzo me dijo que la chupas muy bien.
- ¡Será cerdo!, ¡seguro que también te habrá contado que me desvirgo el culo!
- Si.
- ¡Será cabrón!
- Pues me gustaría comprobarlo…
- ¡Igual me lo estaba imaginando!
Me sorprendió la agilidad con la que se arrodilló ante mí. Me bajó el slip y soltó un “ohhh, que grande la tienes”, cuando mi miembro quedó al descubierto.
A segundo lengüetazo sobre mi polla, comprendí que, aunque sus mamadas anteriores hubiesen sido escasas en número, había aprendido rápidamente a hacerlo, ya que proporcionaba el placer en los lugares exactos.
- Cooooño. ¡Qué bien la chupas!
- ¿d vrdd? –Quise entender que había dicho ¿de verdad?, pero con mi polla dentro de su boca se la entendía fatal-
- Ufffffff
Llegó a introducírsela casi hasta la misma base. Su lengua circunvalaba la punta de la misma, provocándome un placer inmenso.
De rodillas en pantis y braguitas, me mamaba con maestría la polla, provocándome un morbo brutal cuando alzaba los ojos para ver mi cara de placer.
Le acaricié la cabeza mientras me la mamaba sin cesar.
- ¡La puta de oros!, mamá, como sigas así vas a hacer que me corra.
- Mgrdf hhhjklñ. –Ni idea de lo que intentaba decir, ya que se había amorrado a mi miembro como si no existiera un mañana-
Podría decirse que, me la estuviera mamando mi propia madre, arrodillada y en lencería, no era algo muy normal precisamente, pero correrme en su boca sin saber si me había dado permiso para ello, me pareció demasiado fuerte, por lo que, cuando noté quedaban segundos para ello, la obligué a levantarse y apunté en dirección a sus oscuros pantis para que los regueros de semen resaltaran al resbalar sobre los mismos.
- ¿Qué? ¿satisfecha tu curiosidad? –Dijo mirando los cuajarones de mi semen empapando los pantis-
- No exageraba Lorenzo. No. En mi puta vida me la han mamado tan bien.
- Me alegro. ¿Y ahora qué? ¿me visto ya?
- No. Todavía no. Ven conmigo que te voy a enseñar una cosa en mi dormitorio.
- ¿Una cosa? ¿en tu dormitorio? ¿te crees que soy tonta?
- ¡Joder mamá! ¡qué desconfiada eres!
Volvió a fingir que me acompañaba al dormitorio a regañadientes, pero su rostro manifestaba tal excitación como para dejar patente que, no solo sabía perfectamente a lo que iba, sino que lo estaba deseando.
- ¿Ves? – Dije señalando mi cama, al tiempo que lo sobaba el culo-
- ¿Una cama?
- Si
- ¿Y?
- Ahí es donde pensaba follarme a mi cita.
- Bueno... cuando tengas una cita ya sabes.
- Pues tu eres mi cita.
- Vamos… ¡que te has empeñado en metérmela! ¡si no hace ni un minuto que te has corrido!
- Tranquila, que contigo se me vuelve a poner dura rápido. Es más… mira cómo se va hinchando. –Señalé a mi miembro, el cual estaba pleno proceso de erección ante la posibilidad de poder metérsela-
- Joder…. A tu padre le cuesta horas que medio se le empine.
La tumbé sobre la cama. Le quité los pantis, no sin antes dejar de deleitarme sobándole los muslos sobre los mismos.
Sus braguitas parecían ahora más blancas. Le sobé el coño por encima de las mismas. Era la primera vez que le tocaba el coño y aprecié la humedad de las bragas.
Se las bajé lentamente para ir descubriendo su tesoro poco a poco.
El vello de su sexo se mostraba afeitado y recortado en un excitante triangulito oscuro.
- Otras, mamá. ¡Qué bien cuidado tienes el coño!
- No digas cochinadas.
Se lo acaricié suavemente. Sus labios vaginales rezumaban tal humedad que brillaban.
- Ummmm. ¿Qué haces?
- Tocándote el coño.
- Vamos… que sí.
- ¿Qué si, que?
- Que te has empeñado en metérmela y lo vas a hacer.
- Por supuesto.
Lo tenía al alcance de la boca, y sin dudarlo comencé a comerle el coño.
- Ummmm. Dices de mí, pero… tú también eres un experto mamando.
- No creas que les como el coño a todas. Solo las que están tan buenas como tú.
- Mmmm. Joder… agggs… que lengua…. Ahí, ahí, mmmmmm sigue.
- ¿Te gusta?
- Siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii
- Ya veo ya.

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