Preciosa Jennifer, diosa periquera, Venus de la falopa, me trataste como a rey, amante o pordiosero, a veces me follabas como si tu arrechera y deseo fueran genuinos y honestos, fornicabas con una devoción que casi se podría confundir con el amor, sentía que disfrutabas de mi así como disfrutabas todas esas esas mierdas que te metías, pero otro día lo hacías con desprecio y otro día algo peor: lo hacías con desgano, y así siempre como una ruleta en medio de tus vicios interminables. Pero a pesar de los malos momentos descubrí que tú eras mi vicio y que tendría viajes buenos y malos y que como cualquier droga el precio por ese placer y ese efímero momento de disfrute infinito al tenerte era extrañarte salvajemente después en la abstinencia.