Tanto tiempo sin pasar por acá que se me había olvidado que estamos en el país de los tinterillos donde se mira con lupa a ver si hace falta una coma donde acomodar la presunta “falla” del contradictor.

¿La legislación actual permite las penas hasta de 60 años? Sí, se dice, pero no. ¿Se permite la revisión a los 25 años en el acto legislativo? Sí, pero no. Mejor dicho, es cadena perpetua, pero no es cadena perpetua.

La estupidez de la “cadena perpetua” aprobada, que si nos vamos a un símil, sería algo así como el día sin IVA jurídico, al final resulta en una montonera aparente de años que pueden ser reducidos, es decir, el remedio resulta peor que la enfermedad.

Es tan idiota el acto legislativo (claro que falta reglamentar el adefesio) que ya el Colegio de abogados penalistas prepara una demanda ante la Corte Constitucional, una de las muchas procedentes del mundo jurídico y académico del país, asombrados del imbécil populismo en el que nos mete el fanatismo esta vez desde la caverna derechista, similar a la del otro extremo, encabezada por el inepto que casi acaba con Bogotá. Como dirían por ahí, mi Dios los cría y la idiotez populista los junta.

Como dice la gente seria de este país: el aumento de penas no disminuye la comisión de delitos (claro que en este caso de hecho se disminuyen las penas “perpetuas”) sino la aplicación de la justicia, es decir, que se lleve el delincuente a la cárcel y que cumpla su condena.

Si en Caracas hay un idiota gobernando, en el Palacio de Nariño hacen todo lo posible por emularlo, pues si allá se invoca un pajarito para solucionar los problemas, acá se le pide ayuda a la Virgen de Chiquinquirá.

Y después dicen que por qué estamos como estamos.