Buen análisis.

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El ELN se pegó un tiro en el pie Por JINETH PRIETO · 18 DE ENERO DE 2019 Aunque aún no confirma ni desmiente haber sido el autor del carrobomba que explotó en Bogotá ayer -y por el que se cuentan hasta ahora 21 muertos-, como lo señaló esta mañana la cúpula del Gobierno y la Fiscalía, con todas las sospechas y los indicios encima del ELN quedó en medio de un fuerte revés político. Pese a que esa guerrilla mantenía su negativa a detener el secuestro y la extorsión y la mesa de diálogos de La Habana permanecía estancada desde que Iván Duque se posesionó (pues una de las exigencias de Duque es justamente que renuncien a esas prácticas para poder dialogar), hasta ahora había logrado tener viva la idea de que una salida negociada al conflicto era posible. Con la tragedia en Bogotá de esta semana se pegó un tiro en el pie: dejó la mesa tambaleando aún más y bajo la certeza de que si se llega a levantar será por culpa de ellos, un asunto con el que puso en entredicho el estatus político que le había servido para mantener el apoyo de la comunidad internacional y de la Iglesia Católica. Encima, se convirtió en el enemigo a vencer para el Gobierno y se ganó el rechazo incluso entre sectores de la sociedad civil que respaldan la salida negociada. Las certezas en medio de la incertidumbre Pese al silencio del ELN más de 24 horas después del atentado (hace dos años, cuando atacaron al Esmad con explosivos en Bogotá, tardaron siete días en reconocer la autoría), ya hay claras varias cosas. Se sabe que José Aldemar Rojas Rodríguez, alias ‘el Mocho’, identificado por la Fiscalía como el autor material del carrobomba, fue uno de los cabecillas del Frente Domingo Laín. Esa es una estructura perteneciente al Frente de Guerra Oriental, que es el que opera en Arauca, Boyacá y Casanare, y el más fuerte militar y económicamente de esa guerrilla. También se sabe de Rojas que era explosivista, que era instructor político del ELN desde el 94, que, según información entregada por desmovilizados, llevaba al menos 33 años en esa guerrilla, y que guardaba relación con células urbanas. Aunque ninguna autoridad ha dicho directamente que el Oriental fue el que ordenó el atentado en alianza con las estructuras urbanas, que el ‘Mocho’ hubiera hecho su carrera en la guerrilla en el Domingo Laín sí es muy diciente dado el contexto en el que se han desarrollado las negociaciones. Como ha contado La Silla, alias ‘Pablito’, quien actualmente es el comandante del Oriental y es conocido por su “carácter violento”, representa el ala de los que sienten que la negociación no es una salida para esa guerrilla. De hecho, cuando entró al Coce (Comando Central) superada la etapa exploratoria de la negociación, su llegada fue leída más como una medida para mostrar unidad frente a la mesa, que como la alineación real de todas las estructuras. Eso, sumado a que la camioneta que explotó con ‘el Mocho’ adentro había estado en Arauca (el departamento donde tiene su principal injerencia el Frente de Guerra Oriental), refuerza la idea de que las órdenes salieron de ese sector. Como el ELN es una guerrilla que, a diferencia de las Farc, mantiene una estructura federada, aún falta saber si Pablito y los demás miembros del Coce sabían de la planeación del atentado. Sin embargo, a lo que sí responde la explosión es a la manera en la que se ha comportado esa guerrilla desde que se sentó a negociar. “El ELN funciona como un péndulo. Seguido de un acto de voluntad de paz, llega un acto militar”, dijo a La Silla Kyle Johnson, investigador del International Crisis Group y miembro de La Red de la Paz. “La pregunta existencial en el ELN es cómo mantener la unidad. En el péndulo esa estrategia de hacer ambas cosas los mantiene unidos”. Esa descripción concuerda con lo que ha sucedido en los últimos dos años. El 19 de febrero de 2017, cuando se cumplían dos semanas de instalada la mesa de negociaciones en Quito, una célula urbana estalló un explosivo en el barrio La Macarena contra una cuadrilla del Esmad. El atentado dejó 40 heridos y un policía fallecido. Una semana después, cuando ese grupo se atribuyó el atentado, en el comunicado hablaron de la “urgencia” del cese bilateral. “Reiteramos al Gobierno Nacional la urgencia de un cese bilateral al fuego de manera inmediata, tal como lo solicitan diversas expresiones de la sociedad colombiana”, agregaron. Lo mismo sucedió en Barranquilla en enero del año pasado, cuando atacaron la Estación de San José y el CAI de Soledad 2000 con una bomba que dejó 47 heridos y seis policías muertos en momentos en que también salían de un cese unilateral. Al día siguiente el ELN reclamó la autoría del atentado y a renglón seguido en el comunicado dijo que insistiría en “una solución política al conflicto social y armado… en un diálogo de Paz que atienda las voces de los más necesitados y excluidos”. Una fuente que tuvo acceso a información privilegiada del ELN en ese momento en la mesa, le contó a La Silla que en ese momento hubo tensiones porque alias ‘Pablo Beltrán’, quien es la cabeza de la negociación, dijo que esa acción “había sido un retroceso porque el costo político hubiera sido muy alto si se acababan los diálogos”. Por ahora, el mismo patrón se está repitiendo con el atentado a la Escuela General Santander. Ocurrió dos semanas después de finalizado el cese al fuego unilateral que decretaron entre navidad y año nuevo, y luego de un balance en el que cuestionaron el asesinato de líderes sociales y acciones del Ejército contra sus campamentos en el Sur de Bolívar durante su tregua. Como en ocasiones esa guerrilla ha esperado varios días para pronunciarse, aún falta ver las declaraciones que darán; pero ahora están frente a un panorama muy diferente al de Barranquilla, cuando las conversaciones sufrieron pero continuaron. No solo por la certeza que ya tiene la Fiscalía de la procedencia de alias ‘el Mocho’, y el ingrediente adicional de que en el último comunicado el ELN dijo que el cese al fuego era una muestra de la “unidad y disciplina interna de todas sus estructuras”, sino porque todo apunta a que el atentado será la espada de Damocles a la mesa de La Habana, y eso tiene varias implicaciones para ellos desde lo político y lo práctico. El tiro en el pie Aunque la mesa de negociación con el ELN la mayoría del tiempo agonizó, principalmente porque esa guerrilla jamás aceptó la condición de dejar de secuestrar y extorsionar, nunca como ahora había estado tanto en riesgo de acabar. El atentado a la Escuela General Santander tuvo un impacto mediático y en la sociedad muy fuerte por el número de muertos (uno de los peores ocurridos en la capital, por ejemplo la tristemente recordada bomba de El Nogal de las Farc dejó 36 muertos). También porque fue en la capital y en una institución que -aunque es de la Fuerza Pública- está poblada por estudiantes desarmados, con lo cual se convirtió en la gasolina del discurso de la “mano de dura” en el país. Todo eso se volvió un tiro en el pie para la guerrilla. “El ELN no entendió y no leyó al país. Es un absurdo ese atentado porque los terminó de deslegitimar”, dijo a La Silla una fuente que estuvo dentro del proceso de negociación con esa guerrilla. Y es que el ELN tiene mucho que perder si Duque anuncia el fin de la mesa de negociación. Por una parte, porque sobre ellos terminó recayendo la responsabilidad de que la mesa hubiera llegado a su fin. Como había contado La Silla, el ELN no había querido levantarse de la mesa pese a que estaba estancada porque no quería cargar con ese lastre y menos con una estela de hechos violentos detrás. Eso principalmente porque le restaba credibilidad ante los ojos de la Iglesia Católica y la comunidad internacional, dos de sus aliados clave en la negociación. Mantener ese estatus de negociador también les servía a sus miembros en términos militares, porque así no haya existido cese bilateral, como nos lo dijo una fuente militar que nos pidió reserva de su nombre, “la contundencia de las acciones bajan”. Todo eso sin contar con que algunos de sus miembros les levantaron órdenes de captura, el cubrimiento en medios dentro y fuera del país a sus declaraciones, y el reconocimiento de su estatus político. El otro efecto directo está en que se convirtió en el actor armado ilegal que el Gobierno está graduando de enemigo común del país. Hasta ahora, Duque había tenido a ‘Guacho’ en el Pacífico, el surgimiento de las disidencias en varios puntos del país, la presencia de bandas criminales, y el ELN era solo uno más de los actores. Después del atentado, el ELN, aunque había ocupado titulares por ser el autor del secuestro a los tripulantes del helicóptero en el Catatumbo, pasó a ser la gran amenaza. Algo que toma fuerza con el anuncio del Fiscal sobre la imputación a todos los miembros del Comando Central por su responsabilidad a “título de determinadores y autores intelectuales” del atentado. Antes de eso, en su primera alocución tras la tragedia, el Presidente llamó a la unión de todos los miembros de la sociedad sin distingo alguno para enfrentar al “terrorismo irracional”. Además, hay un tercer efecto relacionado con el rechazo que genera en muchos un actor que, aunque está sentado en una mesa para supuestamente dialogar, pone bombas para matar personas inocentes. En Twitter líderes de varias las tendencias políticas (incluyendo varios que respaldan la salida negociada al conflicto) empezaron a mover un hashtag para convocar a una marcha el domingo en rechazo al atentado. En todo caso, dado que el ELN está empoderado con el Frente de Guerra Oriental, que incluso tiene alianzas con disidencias de las Farc, y con el Nororiental, donde en el Catatumbo se convirtió en el mandamás, si se levanta definitivamente la mesa, es evidente que tendría fuerza para responderle al Estado militarmente. Sobre todo porque en Venezuela, donde tiene presencia en 12 de los 24 estados -según Insight Crime-, puede moverse estratégicamente y resguardarse, aprovechando la crisis institucional de ese país y las maltrechas relaciones de los dos gobiernos. Arauca, Norte de Santander, Chocó, el urabá antioqueño, el sur de Bolívar, el sur del Cesar, Cauca y Nariño, serán los que sentirán el embate directamente si la mesa se levanta.

Fuente: La Silla Vacía