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Con todos nuestros problemas y la fragilidad de nuestra democracia, hemos podido sobrevivir a los populistas y a los violentos. Pero el peligro de caer en un abismo como el venezolano lo tenemos latente. Si a Duque le va mal, los culebreros tendrán su cuarto de hora.

Cita:
El espejo vecino

En 20 años, en Colombia bajaron homicidios, inflación y pobreza, y en Venezuela se dispararon.

Por: Mauricio Vargas 15 de diciembre 2018 , 11:47 p.m.

Renegar del chavismo se ha puesto de moda entre los líderes de la izquierda populista. Primero fue el exalcalde de Bogotá Gustavo Petro, otrora íntimo de Hugo Chávez y su combo. Pocos días antes del estallido mediático del video en que aparece recibiendo decenas de millones de pesos en gruesos fajos, para luego ponerlos en una chuspa, Petro fue calificado de “cobarde” tras sus críticas al estado de la democracia en Venezuela. El adjetivo se lo espetó el número dos del chavismo, Diosdado Cabello, quien aseguró que el exalcalde había ido a Caracas a pedir apoyo para sus campañas. En respuesta, Petro se despachó contra sus examigos: “... no hay revolución en una rosca que se perpetúa solo para captar rentas petroleras”.

Esta semana, el turno de apostasía fue para Pablo Iglesias, el líder de Podemos, en España, por cerca de una década aliado incondicional de la camarilla chavista: “He podido decir cosas que ahora no comparto –manifestó–, y rectificar en política está bien. La situación política y económica en Venezuela es nefasta”. Estas frases impactan: hace unos años, el propio Iglesias definió a Venezuela como “una de las democracias más consolidadas del mundo”. Con su corrupción, su debacle económica y social y su represión criminal contra opositores y periodistas, el régimen de Caracas huele feo y espanta a quienes fueron sus compadres.

En Colombia las cosas no andan de maravilla –algunas van muy mal–, pero una sencilla comparación con Venezuela a partir de tres indicadores críticos (pobreza, inflación y homicidios) en los 20 años corridos desde que Chávez ganó sus primeras elecciones resulta apabullante. No obstante una bonanza petrolera que le dejó al Estado chavista una renta de más de 500.000 millones de dólares, la pobreza allá pasó de 40 % en 1999 a más del 85 % ahora, mientras aquí, donde en el 99 llegó a 59 %, el año pasado cayó a 24 %.

Allá, la inflación era del 38 % en el 98 y ahora ronda la inimaginable cifra de 1,3 millones por ciento. En contraste, en Colombia era de casi 17 % en el 98 y ahora apenas supera el 3 %. En el 99, en Venezuela hubo 4.450 homicidios (unos 20 por cada 100.000 habitantes) y en Colombia, unos 25.000 (cerca de 70 por cada 100.000 habitantes). Las curvas se invirtieron: en 2017, la tasa en Colombia cayó a 24 homicidios por cada 100.000 habitantes, contra casi 90 en Venezuela.

Por encima de esas cifras, las más elementales formas de democracia y Estado de derecho desaparecieron de Venezuela. Mientras en Colombia las cortes le rechazan ternas al Presidente y tumban leyes que Gobierno y parlamento sacaron, la oposición (en especial ahora que no existe la ‘mermelada’ que Juan Manuel Santos multiplicó) gana batallas en el Congreso. En Venezuela, la camarilla criminal de Maduro manda por igual en los tres poderes: domina a su antojo las altas cortes y el Congreso, cuyas mayorías ganó la oposición hace tres años, el régimen le quitó sus facultades y se las pasó a una constituyente de bolsillo.

Colombia no es un paraíso: la pobreza sigue siendo muy alta, la corrupción se ha disparado a niveles de terror, la justicia opera a medias, hace falta reducir mucho más los homicidios, y los instrumentos de la democracia distan mucho de ser perfectos. Pero si nos miramos en el espejo del vecino, la conclusión obvia es a favor de seguir nuestro camino, con el mayor esfuerzo posible para bajar mucho más la pobreza y la violencia, y para acorralar a los corruptos, pero lejos de aventurarnos por las vías del socialismo del siglo XXI. No hay que engañarse: Petro y sus similares pueden estar renegando de la rosca de Maduro y Cabello, pero siguen creyendo en el modelo económico y social que acabó con Venezuela y un día podría hacer lo mismo con Colombia.

MAURICIO VARGAS
Fuente: El Tiempo

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