El dilema derecha (tradiciones) o izquierda (revoluciones) es falso. Ni hay una sola derecha ni hay una sola izquierda y Lévy lo manifiesta con lucidez.

Trump y Bolsonaro, dos fanáticos de extrema derecha son el peor enemigo de la derecha moderna y demócrata. Sacados del museo de la historia, estos dos cavernícolas pretenden borrar el régimen de libertades civiles que construyó el mundo a lo largo de tres siglos.

Duque, por fortuna y a despecho de su partido, encarna la derecha moderna e incluyente, aunque su inexperiencia le pase factura y en sus primeros meses de gobierno esté dando palos de ciego.

Igual podemos hablar de la izquierda demócrata chilena, uruguaya, francesa o española que se opone a la extrema izquierda de Maduro, Ortega y la cubana que se emparenta con el desastre llamado Petro.

Por fortuna sólo es un ventarrón y a remediar el desastre que dejará su fundamentalismo acudirán las fuerzas demócratas de derecha, izquierda y centro en pocos años.

Los enemigos de la democracia son los que quieren imponer su ideología por la vía de la exclusión. Los regímenes comunistas son un claro ejemplo con su partido único, fuera de lo cual no hay salvación. Los de extrema derecha no se quedan atrás. Todo el que no piense como ellos es un enemigo y debe ser estigmatizado y excluido de la sociedad no sólo política sino físicamente.

Las democracias se fundan en la libertad de pensamiento. Y valga un ejemplo. El señor Petro me parece un desastre como administrador y su ideología excluyente debe ser confrontada y derrotada mediante el voto popular. Igual predico del senador Uribe y su secta de fanáticos. Pese a los peligros que representan ambos para las libertades civiles defiendo el derecho que tienen de participar en el libre juego democrático atendiendo las reglas de nuestras instituciones.