Dice la sabiduría popular que los extremos son viciosos. Verdad verdadera. Tan peligrosa es la extrema izquierda como la extrema derecha, ambas predican el fundamentalismo, ambas conforman sectas, ambas siguen como borregos a sus líderes, ambas predican que tienen la verdad fuera de la cual no hay salvación, ambas son enemigas de la democracia y pretenden uniformar el pensamiento.

Prohibir una secta es darle publicidad gratuita, engrandecerla y convertirla en un adversario poderoso. La única manera de combatir las ideologías extremistas es profundizar la democracia, fortalecer las instituciones, predicar la tolerancia y el respeto a las ideas ajenas, permitir la coexistencia de las diferentes corrientes del pensamiento y defender el libre juego político.

Winston Churchill, cuya ideología conservadora no le nubló el entendimiento y era un férreo defensor de la libertad de pensamiento, dijo una frase muy sabia:

Cita:

"La alternancia fecunda el suelo de la democracia"

Un ejemplo cercano es Chile. Unas veces gana la izquierda de la mano de Michele Bachelet, otra la derecha encabezada por el empresario Piñera y cada cual desde su modo de ver el mundo gobiernan a su país, respetando las instituciones de la democracia.

Así debe ser. Cada quien, de acuerdo con su ideología, debe gobernar en procura del bienestar de su pueblo. Unos poniéndole mayor énfasis a lo privado, otros a lo público, pero todos respetando las ideas ajenas.

El señor Bolsonaro, como Trump o la señora Le Pen, son igual de peligrosos que los Castro, Petro o Maduro, fanáticos fundamentalistas que quieren devolvernos a la era Cuaternaria.